Full text: 1.1923,Nov.=Nr. 2 (1923000200)

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Salón anual de Bellas Artes 
ItI ax Nordau era humano cuando escribía sus formidables y 
terminantes juicios. El judío de “Degeneración” era huma 
no, demasiado humano. 
Sus análisis, que ios vulgares llaman panfletos o libelos, na 
da tienen de tales. La brutal energía de sus observaciones no es 
rusticidad ni maldad. Tampoco es apasionamiento. Es sabiduría ru 
miada y amor de verdad enaltecido. Nordau íué genio y hombre, en 
toda la acepción viril de la palabra. Por ser genio y ser hombre 
amó la verdad entusiasmándose de su belleza. Tenía sobrado carác 
ter para ello. Y como hombre que supo ser, en el genio y en la fran 
queza despreció eufemismos y empaques de feminidad. No así hu 
bieran surgido “Degeneración” y “Los convencionalismos socia 
les.” 
La verdad, en forma de sabiduría, esclavizó la potencia fogosa 
del maravilloso polemista. El produjo en el siglo la alquimia moral 
de la energía, oponiéndola a las inversiones de la decadencia con 
temporánea. De ahí que mereciera ser incomprendido por los su 
perficiales, los débiles y los imbéciles. No le faltó quien le saliera 
al paso y desde la cueva de su idiotez le escupiera su inofensiva 
impotencia, en tonto calificativo. “Judío lapidario” llamóle Vargas 
Vila, el literato de los suicidas. 
El poetastro que mastican los cuarteleros del rancho y la ga 
lleta esférica, el familiar de las viciosas y de los lúbricos del últi 
mo paso, el morfinómano de la juventud, creyó vérselas con un pan- 
iletista. No concibió al Nordau grande, al que jamás toleró que en 
nombre de la belleza, ios hombres se vistan de cultos, sin destruir
	        
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