acto en la escena de más efecto dramático; en la obra del señor
Payró se adivina por el tono campanudo que los actores dan a
la frase.
Vivir quiero conmigo carece de acción escénica ; su tesis es in
genua y no convence porque su sostenedor es un personaje contra
dictorio cuyos actos obedecen no siempre a la idiosincrasia de un
ser humano sino al capricho de unos hilillos adheridos a un muñeco
de cartón.
¡ Su tesis! Advertimos que hemos hablado demasiado seriamen
te de esto. Esta obra del señor Payró es como uno de esos engendros
pi imei izos en que el escritor novel cree haber descubierto un nuevo
mundo y el espectador solo ve en ello un balbuceo infantil. No hay
nada en esta obra del autor de Marco Severi. Y tan no hay nada
que podemos afirmar que ella encarna en si misma la más cruda
crítica al teatro contemporáneo. En virtud de ella se llega a la
creencia de que bastará hilar unos cuantos diálogos más o menos
escénicos para obtenerse una alta comedia, como se ha adjetivado
a esta “cosa” del señor Payró, alrededor de la cual resulta ocioso
y difícil el comentario serio.
El cinismo del protagonista es propio de un personaje de Pi
randello, pero absurdo en un arribista como Teófilo, que para el
mejor éxito de su egoismo deberá ser hipócrita ; su arribismo re
sulta desteñido cuando le vemos abandonar su florido camino en
los negocios administrativos de la Nación para hundirse en las fae
nas brutales del campo a rabiar con capataces y peones; su egoís
mo nos suena a falso cuando le vemos despreciar el amor y el cuer
po de su deliciosa prima y el retorno final a ella nos resulta de
un efectismo tan desusado como el de tantos versos románticos que
andan por ahí refiriéndonos esos cambios de situaciones que hacen
del antes despreciado un despreciativo, con esos finales antitéticos
que dicen con pocas variantes: “Y por no maldecirte te bendigo”...
Y digamos para terminar que es necesario toda la audaz hipo
cresía de nuestros diarios grandes para hilvanar siquiera sean dos
palabras en elogio de este mamotreto inaguantable que la excelente
compañía que dirige don José Gómez defendió con taño* entusias
mo e inteligencia como poca eficacia, a causa de la trágica nadería
de su contenido.
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