Full text: 1.1923,Nov.=Nr. 2 (1923000200)

acto en la escena de más efecto dramático; en la obra del señor 
Payró se adivina por el tono campanudo que los actores dan a 
la frase. 
Vivir quiero conmigo carece de acción escénica ; su tesis es in 
genua y no convence porque su sostenedor es un personaje contra 
dictorio cuyos actos obedecen no siempre a la idiosincrasia de un 
ser humano sino al capricho de unos hilillos adheridos a un muñeco 
de cartón. 
¡ Su tesis! Advertimos que hemos hablado demasiado seriamen 
te de esto. Esta obra del señor Payró es como uno de esos engendros 
pi imei izos en que el escritor novel cree haber descubierto un nuevo 
mundo y el espectador solo ve en ello un balbuceo infantil. No hay 
nada en esta obra del autor de Marco Severi. Y tan no hay nada 
que podemos afirmar que ella encarna en si misma la más cruda 
crítica al teatro contemporáneo. En virtud de ella se llega a la 
creencia de que bastará hilar unos cuantos diálogos más o menos 
escénicos para obtenerse una alta comedia, como se ha adjetivado 
a esta “cosa” del señor Payró, alrededor de la cual resulta ocioso 
y difícil el comentario serio. 
El cinismo del protagonista es propio de un personaje de Pi 
randello, pero absurdo en un arribista como Teófilo, que para el 
mejor éxito de su egoismo deberá ser hipócrita ; su arribismo re 
sulta desteñido cuando le vemos abandonar su florido camino en 
los negocios administrativos de la Nación para hundirse en las fae 
nas brutales del campo a rabiar con capataces y peones; su egoís 
mo nos suena a falso cuando le vemos despreciar el amor y el cuer 
po de su deliciosa prima y el retorno final a ella nos resulta de 
un efectismo tan desusado como el de tantos versos románticos que 
andan por ahí refiriéndonos esos cambios de situaciones que hacen 
del antes despreciado un despreciativo, con esos finales antitéticos 
que dicen con pocas variantes: “Y por no maldecirte te bendigo”... 
Y digamos para terminar que es necesario toda la audaz hipo 
cresía de nuestros diarios grandes para hilvanar siquiera sean dos 
palabras en elogio de este mamotreto inaguantable que la excelente 
compañía que dirige don José Gómez defendió con taño* entusias 
mo e inteligencia como poca eficacia, a causa de la trágica nadería 
de su contenido. 
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