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EL HEROÍSMO JAPONÉS
naje—dice M. Charpentier—nació en 947 en plena feudali-
dad nipona y bajo el reinado del emperador Muvakami.
Más tarde, el emperador, que era samuray, guerreó. Tuvo
mucho renombre y libró á la región de Kioto de las parti
das de bandoleros que la infestaban. La feudalidad del Ja
pón se parecía mucho á lo que fue la nuestra; el samuray
era un caballero. Los jefes de clan, como nuestros señores,
se hacían la guerra entre ellos. Y los bandidos se aprove
chaban de esto para cometer toda clase de robos y exaccio'
nes. Contra ellos Yorimitsu trabajó mucho, sin meter gran
ruido. Murió tranquilamente en 10:21, á la edad de setenta
y cuatro años, lo que prueba—dice la leyenda—que el he
roísmo sostiene la salud. Bien pronto el pueblo y los nove
listas se apoderaron de Yorimitsu; y para realzar el espí
ritu belicoso, el amor inmoderado de gloria de los samura
yes, lo transformaron en una figura en que se mezclan los
rasgos generosos y grotescos. Por fantasear con sus haza
ñas lo exageraron y ya no fueron los bandidos los venci
dos, sino los ogros, los fantasmas, los genios. El héroe
continúa siendo popular en el Japón. Lo mismo que.Don
Quijote,, el terrorífico Yorimitsu se lanza contra enemigos
ocultos ó que no existen. Defiende á los débiles y es enga
ñado; y despliega una gran actividad en obras .que ejecu
tan, más bien, sus cuatro tenientes, Touna, Kintochi, Su-
yernada y Sodimidic. Como el caballero manchego ataca
á unos molinos que desde lejos le parecen terribles enemi
gos, Yorimitsu galopa hacia nubes de polvo que cree so
bre naturales adversarios. Nada le hace retroceder en su
persecución contra los malvados, ni aun la evidencia de
que éstos renacen cada día.»
Yo creo que M. Charpentier se forma una idea algo fal
sa de la figura de Yorimitsu. Los japoneses; que saben reir
se de sus sacerdotes y de sus cortesanos, dé sus sabios'y
de sus usureros, no quieren ver nunca las aventuras do
sus héroes de una manera cómica ó grotesca. El vencedor
de los gigantes y de las nubes es, en efecto, un Don Quijo
te, pero un Don Quijote orgulloso, sanguinario y feroz.
Por mi parte, yo prefiero, como símbolo del alma japo
nesa y como caballero de leyenda, al personaje del «Yumi-