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LAS NOVELAS SOCIALES
(\) Ibidem, V, 131 y 132.
que las que á nosotros nos ha sido dado vivir. Esta pági
na surge cuando Blasco nos empieza á narrar la vida de
su héroe en el clerical recinto de las Claverías y los chis
mes y miserias de los dependientes del culto: y cuando
nos dice cómo, en la nocturna tertulia, les hablaba de las
lejanas ciudades que él había visitado, con relatos que en
sus oyentes producían la estupefacción y el sobrecogi
miento que se constatan cuando pasa rozándonos el ala
dél ensueño. Esta página, héla aquí: «El zapatero, con. la
cabeza baja, sin dejar su trabajo, seguía atentamente la
relación de tantas maravillas. Todos convenían en lo mis
mo cuando callaba Gabriel. Aquellas ciudades eran más
hermosas que Madrid. ¡Y mire usted que Madrid!... Hasta
la zapatera, de pie en un rincón, olvidando la enfermiza
prole, escuchaba á Luna con asombro, animándose su ros
tro con una pálida sonrisa, asomando la mujer al través
de la bestia resignada de la miseria, cuando Luna descri
bía el lujo de las grandes damas en el extranjero. Todos
los siervos del templo sentían removerse sus espíritus en
durecidos é insensibles como la piedra de los muros, ante
estas evocaciones de un mundo lejano que jamás habían
de ver. Los esplendores de la civilización moderna les
conmovían más sinceramente que las bellezas del cielo
descritas en los sermones. En el ambiente agrio y polvo
riento de la casucha veían desarrollarse con los ojos de la
imaginación ciudades fantásticas, y preguntaban cándida
mente sobre los alimentos y costumbres de las gentes de
por allá, como si los creyesen seres de distinta espe
cie.» (1)
II
El Intruso.
Llegamos á su segunda novela de la serie: EL Intruso.
De ella dijo, á su publicación, el culto joven sud-america-