Full text: Nr. 10.1907 (1907001000)

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LA INFLUENCIA DE UNAMUNO EN AMÉRICA 
en las trojes de los sembradores mientras los granos re 
cién caídos en el surco llaman á sí las fuerzas inarticula 
das de la vida para realizar el prodigio de sus germinacio 
nes. Está bien que no comprendan á ciertos poetas los es 
píritus herméticos; bien está que los sientan. Así los jardi 
nes poéticos durarán florecidos muchos más días, sus ro 
sas conservarán largo tiempo el aroma. Páginas existen 
del libro de la Naturaleza y páginas hay en los libros de 
los hombres, que sólo son entendidas por los absolutamen 
te ignorantes ó por los videntes; los individuos de la meso- 
cracia del pensar cuotidiano jamás las entenderán, porque 
sus ideas—las ideas suyas—son otros tantos obstáculos 
que les cierran el camino al conocimiento. Son ideas celo 
sas, que están en el cerebro de los ilustrados, armadas de 
puntas y resueltas á rechazar nuevos huéspedes de la es 
trecha casa. Son muebles que no se admiten; no hay dón 
de colocarlos. 
Menos acierto habría aún en llamar artista á Unamu 
no. El artista, únicamente artista, como el mero crítico, 
no renueva las almas, ni imprime, hoy por hoy, impulso 
hondo, vividor y significativo al espíritu moderno. Buscan 
en los actuales momentos los hijos de la ansiedad huma 
na, pensadores que consuelen, poetas que con su espada 
ideal abran camino por donde se llegue á las fuentes paci 
ficadoras del alma, á praderas invioladas, á las cimas se 
renas del amor que rejuvenece. Quizá el dictado de crítico- 
poeta conviniera mejor á las facultades de Unamuno. Sus 
procedimientos críticos se alejan casi siempre de los mé 
todos conocidos y de las maneras peculiares á los escrito 
res castellanos. Carece de dogmatismos; no demuele por 
el encanto de derribar sutilmente fábricas levantadas por 
otros; detesta el escepticismo por indigno; es incapaz do 
usar la ironía, ni el humorismo, que es al decir de un ma 
logrado italiano, «el arte de hacer sonreír melancólicamen 
te á las personas inteligentes;» rehuye las absolutas y los 
sistemas; elogia con parsimonia, porque juzga debe ser 
moderado el elogio si ha de revelarse sincero; la sinceri 
dad no la entiende Unamuno como expresión de lo que 
sentimos, sino á modo de resultante del contacto del sen-
	        
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