1170 LA INFLUENCIA DE UNAMUNO EN AMÉRICA
petable es el quijotismo de Unamuno; cuán sincero tras
ciende su apostolado sin hipocresías y sin preocupaciones!
Jamás aparece enamorado de la letra en perjuicio del
espíritu.
Su culto se dirige al héroe manchego, á quien considera
más real que á Cervantes mismo, no al libro; original y
aun paradójica manera de contemplar la poesía ajena, con
virtiendo su substancia en propia substancia, con ánimo de
descartar de en medio al creador del poema, que apenas es
un biógrafo de un tipo histórico, concreción simbólica de un
pueblo, relato auténtico de los hechos reales é indiscutibles
de un personaje, el cual encontró su historiador; pero que
de todas maneras habría dejado renombre imperecedero-
Extraordinario punto de vista es, por lo dicho, el en que se
coloca Unamuno. Llegaría Cervantes, habitador del Em
píreo, hasta agradecer al comentador su comento, porque
el inmenso amor de Unamuno para Don Quijote le hace
digno de la mayor alabanza y propicio á todo perdón; aun
que no dejaría el pobre manco, cuya vida fué muchas ve
ces más dolorosa que la de Don Quijote, y en tal propor
ción meritoria, de sonreír con la melancólica sonrisa de su
humorismo nunca igualado.
Despojemos á Don Quijote de la Mancha del ropaje con
que lo vistió Miguel de Cervantes; quitémosle el estilo al
libro; la triste y suave ironía que el historiador puso al re
latar las proezas del caballero ¿y qué nos quedará? Una
figura de ficción, novelesca, un caballero andante que rea
liza hechos estupendos, verbigracia, Amadis de Gaula.
Cierto es que Don Quijote representó en un momento
histórico el alma española; y que Cervantes halló su crea
ción en el ambiente, los elementos psicológicos indígenas
necesarios para contrastar, con la locura de uno, el buen
sentido del otro-, los ensueños del santo con las durezas del
héroe, y crear un personaje ideal, simbólico y vivo; pero
¿acaso los arquitectos geniales tuvieron siempre que ha-
csrlo todo y débeseles menoscabar la plenitud de su obra
porque recogieran en la corriente de la vida las piedras
miliares para levantar sus fábricas asombrosas?
Caballeros andantes de carne y hueso hubo en España