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PIERROT ASESINO
Sus manos vuelven á caer.
—Ya no tengo miedo. Y ahora, hagamos cosquillas: Co
lombina, tú pagarás el pato.
Y se cosquillea locamente, se cosquillea desaforadamente, sigue
cosquilleándose, so cosquillea sin tregua y después se arroja sobre
el lecho de Colombina.
Ella (él) manifiesta una espantosa alegría. Logra libertar uno da
sus brazos con el que desata el otro y estos dos brazos, en domen-
cia, maldicen á Pierrot. Ella (él) estalla en una risa verdadera,,
estridente, mortal; y saca medio cuerpo; y quiere arrojarse del le
cho; y sus pies siguen danzando, inquietos, torturados, epilépticos.
Es la agonía. Ella (él) se levanta dos veces—¡espasmo supremo! —
abre la boca para maldecir una última vez, y echa hacia atrás,
fuera del lecho, su cabeza y sus brazos pendientes.
Pierrot es de nuevo Pierrot. Al pie del lecho, continúa rascán
dose, derrengado, anhelante, pero victorioso. Se manifiesta sorpren
dido.
—¡Qué! ¡Nada mási No se mueve ya. ¿Acaso?... ¡Muerta!
Sí, pero ¿de veras? Veamos: ¿El corazón? Sin movimiento.
¿El pulso? Apagado. ¿Los ojos? Trastrocados. ¿La lengua?
Pendiente. ¡Muerta! Todo ha acabado. Arreglemos esto.
Primero, la cabeza, sobre la almohada: rectifiquemos la
expresión.
Bajo los ojos sacrilegos do Pierrot, la cara do la muerta se con
vierte poco á poco en tranquila y sonriente.
—Quitemos las amarras. Ahora, cerremos el cortinaje,
tiremos las cuerdas. Terminado. Nada más ya. Aquí no
se ve sino fuego. Colombina duerme con su gracia de siem
pre. Todo acabado.
Cierra de nuevo las cortinas, da media vuelta. Guiñando un ojo,,
entregado á la más pura alegría, una pálida sonrisa sobre su faz
lunar, se frota las manos, largamente.
—¡Muerta, bien muerta! ¡Y ya no verá nada, nada! Si el
gendarme, con su espadón y sus mostachos, viene á tocar
á mi puerta ¡pan! ¡pan! yo voy á abrirle. El me echa la
mano al cuello.
—¿Yo? ¡Oh, gendarme! mirad: ella está allí, muerta en
su lecho, gentilmente: yo me lavo las manos ¿comprendéis?
y la prisión, las esposas, las rejas, no sean para mí, eso no:,
muerta en su lecho: me importa un comino. Y la guilloti-