JOSÉ FRANCÉS
1391
causeur admirable á quien yo no admiro como tal, sino
como autor de da Sonata de Otoño!...
José Francés vino á enseñar á la generación que le
rodea lo que era el aliento agrario, sano y maternal, de
la Naturaleza casta y á la vez acariciadora, que no tiene
la inficción de los amores venales. Vino también á darles
una lección de amplitud artística. Libre de trabas con
ningún cenáculo ni cofradía, anti-cofrade por naturaleza
y por afición, no se prendó, con amor exclusivista y ce
loso, de los lirios morados, ni de las hortensias azules,
ni de los nenúfares pálidos. Para él tenían igual encanto
las rosas rojas, las amapolas purpurinas como bocas de
mujer, los claveles reventones é incandescentes... En
suma, adoraba toda la ñora natural. Pero fué desde un
principio afiliado á tal ó cual escuela, á tal ó cual secta
de las en boga por entonces.
«... Mi alma — dice en una reseña bibliográfica so
bre la novela de Acebal : El Calvario—aun no encontró
camino para el gusto definitivo y determinado ; aun no
aprendió á amar tan exclusiva y fanáticamente que este
amor imponga el odio. Pie llorado con las sonatas de
Beethoven, y me he detenido á escuchar la canallería de
un tango de organillo. Tengo íntima, ferviente admira
ción por Rubén Darío, y entre mis libros hay varios de
López Silva. Sufro en el cerebro la tiránica esclavitud
de la literatura de multitud y de sol que siente y trans
mite Blasco Ibáñez, y me dejo adormecer por la litera
tura sentimental—del sano y del artístico sentimenta
lismo—de Francisco Acebal.» Todos los que hemos sen
tido la misma palpitación en nuestro espíritu, todos los
que alguna vez pensamos en protestar contra esa admi
ración exclusivista que se compone de una gran cantidad
de odio, aunque no lo dijimos con palabras idénticas
porque nos retrasamos en exteriorizar lo que bullía den-