Full text: 1918,Febr. (1918000302)

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CERYANTES 
siempre faé propenso, y ha. exornarlo su obra con 
multitud de nimios detalles de adorno que, por ser 
adjetivos, distraen y diluyen la emoción substancial. 
Ha tenido más en la memoria los múltiples anteceden 
tes que existen por catedrales y templos que cuidado 
por hacer triunfar su visión propia, dominante en las 
demás obras que de él conozco. Se me dirá: es que se 
trata de un mausoleo. Conformes. Pero—digtí yo—es 
que no se trata de ningún paso procesional, de Sema 
na Santa. Y bastaba la expresión del dolor efectivo 
para sentirnos conmovidos y afectados hondamente. 
: En fin, con lo expuesto no quisiera mermar en un 
ápice el justo triunfo de Julio Antonio. No es esa 
mi intención. ¿Cómo va a serla si opino que antes de 
bió obtener el clamoroso éxito? Lo que pretendo es 
demostrar que se trata de una obra discutible por 
muchos respectos y, por lo tanto, no se pueden lanzar 
las absolutas y rotundas afirmaciones que se han 
hecho. Imposible negar su valor, pero imposible tam 
bién elevarlo al grado de lo insuperable. ¡Ojalá lo 
fuese! 
Muerte de Julio Antonio- 
Escrito lo que antecede, ocurre la muerte—no por 
esperada menos dolorosa y sorprendente— de Julio 
Antonio, víctima de la implacable tuberculosis. Como 
los elegidos de los dioses, según la frase clásica, mue 
re joven, a los treinta años de edad, cuando precisa 
mente más se podía esperar de él, puesto que comen-
	        
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