122
CERVANTES
cía. O más bien, a lo que parece, el monomio
se había deshecho, los estudiantes se habían
situado en el Café d’Harcourt para descan
sar y refrescar, cuando la policía, desafo
radamente, invadió el café, hizo un asalto
tremendo y brutal. Y por desgracia, en el
atropello fué muerto un pobre rapaz que to
maba pacíficamente un bock, que no era es
tudiante y sí amigo y camarada de estu
diantes.
Después, inmediatamente siguiéronse todos
los incidentes tradicionales de un motín aca
démico: inmensa excitación, formación de un
comité de resistencia, intimación al gobierno
para que dimitiese el prefecto de policía, res
ponsable por la injustificada brutalidad de sus
agentes; y ante la negativa del gobierno, el
desorden en las calles, el asalto a la prefec
tura, los encuentros sangrientos con las fuer
zas de la policía, el Barrio Latino en estado de
sitio y la mitad de París llena de bayonetas.
Los estudiantes, por lo general, tienen la
revuelta muy fácil, pero muy corta. Y siempre