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CERVANTES
igual y se siente bravo. El hombre regado,,
encharcado, pierde todo valor, porque se sien
te grotesco... No ve ante sí otro hombre en
quien vengarse; ve sólo un largo chorro de
agua que le empapa y le constipa. Es una
humillación bochornosa. No se puede ape
drear ni acuchillar a una manga de riego...
Delante de una manga de riego sólo queda
huir a secarse. A más de eso, las plebes tie
nen un horror enorme al agua fría; y tal que
afrontaría una bala, escapa a correr delante
de una ducha. Añádase a esto que nadie hay
que no tema al agua cuando está vestido.
Desnudo, el hombre afronta aún el elemento
líquido. Pero de levita y sombrero no lo re
siste.
La bomba de incendio (adoptado este mé
todo) no sólo operaría como dispersadora,
sino como sedativa. Calmaría la exaltación y
con ella la revolución. Y después sería una
represión perfectamente dulce y humanitaria.
No más heridos ni muertos. Sólo mojados...
Cuando más, acatarrados. Acabado el motín,.