* * *
16
CERVANTES
aquel don sino con su aparente serenidad de
cristal. Nadie te ha amado como yo, y nadie ha
aquilatado más todas tus gracias. Llena de
gracia eres y derramando gracias has pasado
por mi existencia. Todos mis instantes te han
dicho «¡bienvenida!» Todas mis horas te dije
ron, «amor»... Pero tuve miedo, un miedo es
pantoso, de perderte si te mostraba esta adora
ción .
Te juzgué capaz de un envanecimiento natu
ral: temblé ante la idea de que me hallases in
ferior a la excelencia que no confesaba en ti...
y callé, callé cobardemente: callé con un goce
íntimo y celoso, de todos los minutos... ¡Estos
labios que tantas veces debieron cantar tus
alabanzas, se volvieron de piedra para el elo
gio: ellos que eran tan ávidos para las cari
cias! ¡Perdón, amor, perdón, y vive! Es fuerza
que vivas. No te vayas, tú, el más alto, el más
noble, el más puro e inmerecido galardón de
mis días. Vive y yo iré diciendo por todas par
tes tus loores. Vive y te escribiré un libro, un
libro para ti sola; un libro digno—te lo juio
■de ti.