CRRVANÏKS
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gún cataclismo... Alguien, poco galante con el
misterio, enciende una cerilla. Y no se ve nada.
No hay nada. ¡Nadal El corredor finaliza y en
eso consiste su encanto y su moraleja. Los avi
sados de antes han sido ahora engañados cum
plidamente. Pero,todos ríen por tercera vez,
lo cual es reir bastante en un palacio.
* * *
Todavía estos exploradores encuentran otras
sorpresas, habilidades o artificios que halaguen,
su simplicidad. El puente de tablones movidos
eléctricamente que, de un modo, alternativo,
van y vienen; la escalera, al parecer insegura,
cuyos tramos ceden o suben bajo los pies con
fiados, el sillón «hanté», donde al arrellanarse
no se experimenta impresión alguna, y el sofá
burguesito en el que, al sentarse hay que dar
un salto, bajo el imperativo de insospechada
descarga eléctrica...
Con lo cual, al cabo de una hora, el palacio
encantado reveló su secreto, y el ingenuo
francés y su consorte están muertos de risa. Se
han dado batacazos, coscorrones y sustos; la
electricidad ha soliviantado sus. nervios; les