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CERVANTES
pleno como de un grave y raro sortilegio,
y el patio con la humilde canción de un surtidor...
La campana al costado de la vieja capilla,
los calabozos llenos de un terrible historial,
y los claustros austeros con la gracia sencilla
que evocaba los días de un ayer conventual.
Los árboles sombreando la fuente cantarína,
los coloniales patios, llenos de un gran rumor,
y los salones largos, en donde a la sordina
se tramaban las burlas al señor Inspector...
Resurje en mí la clara visión de aquellos días,
cuando todos ansiaban ver las hojas caer,
sin sospechar en esas ingenuas alegrías
que eran aquellas hojas signos de nuestro ser.
Evoco a los maestros y a los amigos de antes,
la férrea disciplina y el blando retozar,
y se alzan en mi mente las visiones distantes
de aquel plantel severo que me enseñó a luchar.
Pasan en mi memoria rostros, gestos y nombres,
horas de grave estudio y horas de rebelión,
que fueron en los niños madurando a los hombres
y dándoles un rudo, masculino blasón...
Pienso en aquellas horas de bullicio ardoroso
en que todo el Colegio resonaba de ideal,
para obtener el triunfo clásico y armonioso
en la justa del músculo y en la justa mental.