CERVANTES
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bando de guerra relaciones muy íntimas, y
consideremos la acusación que La Nación le
dirigió recientemente, y que a título de curiosi
dad reproduzco:
«El pasado verano, cuando se habló de la
intervención de Rumania en la guerra, prodú-
jose en París un incidente que muy pocos co
nocen, y que el lector va a encontrar intere
sante, sin duda. De repente, Bulgaria insinuó
la posibilidad de una paz que le permitiera se
pararse de los imperios centrales. En París,
tomándolas en serio, se llevaron las negocia
ciones adelante. Bulgaria proponía que si Ru
mania se decidía a entrar en la guerra, le fue
ra permitido, mediante ciertas concesiones,
quedar fuera de la lucha. Hasta pidió la inter
vención del Zar de Rusia para que éste delimi
tase la frontera búlgara, con el ya hipotética
mente resucitado reino de Serbia. Y, así las co
sas, los aliados se apresuraron a informar a
nuestro Presidente del Consejo, quien creyó
llegado el momento de comprometerse y de
comprometer a España. ¿No recuerda el lector
el revuelo que se ocasionó estando el conde en
San Sebastián? Seguramente no ha olvidado
que nuestros embajadores en París y Londres