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CERVANTES
salud, y, por fin, su vida: murió de agota
miento y de parálisis, en Mayo de 1911, de
jando en cuantos le conocieron y amaron un
recuerdo hermoso e imperecedero y un ejem
plo admirable de generosidad y de nobleza.
He aquí el juicio que el patriarca de México,
el gran viejo Justo Sierra, formula acerca de
este hombre de excepción: «¡Qué derrochador,
Dios mío! Derrochaba ingenio, talento, simpa
tía; todo con un donaire gentil de gracia y
elegancia realmente único; jamás he visto un
poeta menos egoísta, un voluptuoso con el
corazón menos seco; rarísimas cosas estas.
Amaba el goce con verdadera pasión y esa
era la cuerda de oro de su lira; pero su volup
tuosidad era unir a un infortunio su mano, su
corazón, su bolsa, y todo ello con ademán de
efebo ateniense, con un gesto instintivamente
estético. Y crecía a nuestra vista aquel mu
chacho transformado en hombre, en diputado,
casi en procer, porque con su espíritu genui
namente hospitalario y protector acogía, acep
taba a pecho abierto la misión y el amparo de
cuanto indigente iba a él, y no sólo los indi
gentes de pan, sino los indigentes espirituales
o morales, los que necesitan el aliento de otra