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CERVANTES
cada la huella de su paso, se entregó a la la
bor ardua y penosa de buscar su camino, la
gran ruta que conduce al templo de los elegi
dos, sólo asequible a aquellos dotados por
Dios para llegar a comprender los universales
arcanos estéticos.
Fueron ocho años de acerba batalla en
tre el espíritu y la inteligencia, indagando la
personalidad. Durante ellos pinta los cuadros
«El Nocturno», Five o’clock tea y «La muer
te de Petronio», en los que van apareciendo
los primeros destellos de la inspiración colo
rista y decorativa, que ha de triunfar en 1909,
en su obra básica, «Enredos del diablo», que
ha de ser el punto de partida de una época
gloriosa para el ilustre artista.
«Enredos del diablo» es un tríptico en el
cual la tierra valenciana resplandece con su
luz y su policromía; pero con todo, se aparta
de cuanto se ha hecho sobre Valencia. Con él
sienta ya su personalidad independiente. Es
una afirmación rotunda. El fastuoso señor del
color, el mago de la paleta lujuriante y fasci
nadora comienza a aparecer y con él, amalga
mado, adunado, en unión morganática, el so
ñador, el poeta, y también el observador aten
to, el irónico glosador y el filósofo amable y
compasivo. «Enredos del diablo» es uno de