CERVANTES
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dro de Guercino, que se conserva en el Museo
del Prado; y la última es la titulada La rendi
ción de Breda, inspirada en el popularísimo
cuadro de Velázquez, que conoce el vulgo
por el cuadro de Las lansas. Es tan bello este
soneto que no quiero privar a mis lectores del
placer de saborearlo, rematando así mi biblio
grafía, y cerrándola con un broche de oro:
Si alguna vez el mundo de nuestro honor dudara,
ya que de fuerza y oro tan poco al fin nos queda,
debiéramos, altivos, echar al mundo en cara,
para enseñanza suya, la página de Breda.
Allí bajo los muros de la ciudad vencida
y ante la ruda gente que su destino llora,
Velâzquez pintó a Espínola con la actitud caída
del que—español al cabo—más que exigir implora.
Allí el Marqués de Espínola sencillo y caballero,
desciñe ante el vencido su lírico sombrero
y en su saludo pone gentil cortesanía;
y es que en España siempre, para ensalzar su raza,
inscrita sobre el duro metal de la coraza
llevaron sus varones la cruz de la hidalguía.
Hemos encontrado un gran poeta, viril, fuer
te y original, lo cual no es poco en estos días
en que vivimos, en que aún los mejores poetas
tienen pegadizas influencias extrañas...
Andrés GONZALEZ-BLANCO