CERVANTES
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del alma que está sola, sin amor,
sabiendo amar todas las cosas.
* * *
¡Ah! yo me haré insensible
para el dolor. Ya fuerte,
no temeré sufrir. ¿Sufrir?...
Me tornaré divino,
y sólo seré humano ante la muerte.
¡Sí, pero sin gemir
jamás! No debe
ser el albergue de ningún dolor
el alma del poeta.
Conoce su destino
numeroso en amor,
mi corazón preclaro; y la saeta
del Dios gentil que mueve
el telar de las cosas humanas,
abre para mí un camino
celeste, constelado de estrellas luminosas
cual un coro de vírgenes hermanas.
Una inmortal aurora
se muestra ante mis ojos, y una gloria infinita.
La belleza no ríe, la belleza no llora.
El alma es luz, y toda sombra evita;
y es el amor, eterno, inquebrantable.
Tal la sagrada esencia
del alma mía pura e inefable
cuyo arte es su flor, su luz, su ciencia.
Perfuman pétalos de rosas