38
CERVANTES
muchas veces, una apreciación de Rosa le ha
bía servido para mostrarle un defecto en su
labor o para ayudarle a descubrir una nueva
belleza de expresión o de fondo.
%
II
Contento, feliz, más lleno de esperanzas
que nunca, una tarde volvía a su casa para
dedicarse a la lectura de un periódico en el
cual un crítico de los más descontentadizos le
colmaba de elogios. Armando entró en su pi-
sifo del aristocrático barrio de Salamanca,
cuando el sol traspasaba como una lanza de
oro el ventanal del comedorcito moderno,
iluminaba con su intensa claridad los finos
muebles y ponía chispazos de luz en la rica
cristalería y en las bandejas de plata.
Era un jueves y Rosa no estaba en casa,
porque era el día de la semana que dedicaba
a sus buenos tíos, que le habían servido de
padres.