Full text: 1922,Dez., Repr. 1980 (1923000100)

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LETRAS FRANCESAS 
LA LITERATURA FRANCESA DE HOY 
vida intelectual de París está constitui 
da por las reuniones frecuentes en casa 
do literatos y mecenas y por sus innumera 
bles revistas, de más o menos corta duración, 
que llevan entre sus páginas olorosas a tin* 
1* fresca el estremecimiento de la última in 
quietud y del último entusiasmo. 
Si las revistas literarias 3on algo así como 
la sal de la vida intelectual, las reuniones en 
casa de las personalidades artísticas más o 
tt'enos conspicuas, vienen a ser como la glosa 
a la sal de la vida literaria. En esas reuniones 
Se c °nienta lo publicado en las últimas revis- 
tas , se destroza a los enemigos y se fraguan 
tendencias que a su vez, aparecerán en nuevas 
revistas. 
La literatura francesa ha llegado a produ* 
Clr el efecto de cerebral porque siendo París 
Un eentro de actividad enorme, cada nuevo li 
terato qa e desea crearse una personalidad 
distinta para que el público lo distinga so 
Ve enligado a exponer su credo y sus limi 
taciones. A ésto es a lo que se llama tenden- 
Cla ’ y cuando alguna de estas tendencias ha 
tenido eco, se le da el nombre de escuela. De 
a bi que, a últimas fechas, a fuerza de explo 
rar en el campo de la literatura, las diferencias 
1 ue se establecen entre cada escritor sean de 
m ás en más mínimas y cerebrales, al grado 
de que apenas si hay un ligerísimo matiz de 
'screpancia entre ellos que, en algunos ca- 
® os » no llega a más que a la interpretación 
de una palabra. 
La literatura francesa estaba en plena efer 
vescencia hiperestésica cuando estalló la gue 
rra. De un golpe, cesaron todas las activi 
dades artísticas y todo el mundo sólo pensó 
en la guerra. Y cuando concluyó ésta, como 
si los intelectuales se despertaran de una ho 
rrible pesadilla que fuera tan larga como el 
sueño de Rip Van Winkle, se hallaron en me 
dio de un campo desierto y en ruinas. Y el 
primer movimiento fué el del reconocimiento 
mútuo y el del recuento de los que quedaban 
vivos. Había que ver, allá al principio de 
1919, las primeras veladas y fiestas literarias 
organizadas en los principales teatros de Pa 
ris, a donde acudían los intelectuales con 
ojos desmesurados a ver a quien veían y 
quien los reconocía. ¡ Habían cambiado tanto 
durante la guerra I Y había que ver aquella 
alegría infantil cuando alguien les tocaba en 
el hombro y les decía, “¿Cómo le va, Fulano, 
qué es de su vida ?” O cuando los presentaban 
con algún literato surgido durante la guerra, 
“Fulano de Tal, gran poeta, que dirigía la 
revista Zutana cuando estalló la guerra”. Oh, 
entonces aquel individuo era un hombre fe 
liz. Y era de ver igualmente aquella campa 
ña de piropos y de loanzas que iniciaban mú- 
tuamente en los periódicos y en las revistas 
que iban surgiendo poco a poco. Pero esa épo 
ca paradisíaca en que, como dice Cervantes, 
no se conocían las palabras tuyo y mío no pu- 
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