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INDICE.
Diego Ribera es ya el má3 fuerte pintor de Amé
rica. Simple y primitivo nos da en color un mundo.
Algo dicen los grabados que reproducimos.
El Oriente, en religión y en arte, inquieta a nues
tras civilizaciones latinas. Dicen los sabios que las
razas primitivas de Anáhuac descendieron del Asia.
Hay, no cabe duda, similitud entre el arte de Oriente
y los vestigios del nuestro propio. Desde luego, gus
tamos la verdad capitosa de la sentencia persa y el
humo blanco y suave de la leyenda hindú.
Creemos, con García Calderón, que América es un
continente de liras. Estamos en la infancia. No te
nemos ciencia ni pensamiento filosófico, pero en nues
tras selvas abundan las plumas de quetzal y las cortes
de ruiseñores.
Juana de Ibarbourou, la rebelde; María Enriqueta,
melancólica voz de miel; Santos Chocano, dueño del
iris; Arévalo Martínez, cardador de vellones blancos;
José Juan Tablada, que nos retorna su talismán in
quieto y muchos más brindan en éstas páginas sus vo
ces imantadas.