Full text: 1.1922=Nr. 2, Repr. 1997 (1922000200)

PROA 
(APPASIONATA) 
A Mme. et M. Speluszi. 
I. —Soledad. 
Esta noche, 
mi alma es una barca por el tiempo, 
Se ha venido a bailar 
en mi mesa, el recuerdo. 
¡ Estoy solo en la cumbre de la noche ! 
(La noche es un puñal que abre las almas). 
De la mano, las horas 
van rezando el silencio. 
Las cosas ritman una marcha fúnebre. 
II. —Sobresalto. 
Ejércitos de gritos 
colman mi soledad y la hacen trágica. 
Toda mi vida antigua, 
ciclón amordazado, 
se me prende en las carnes. 
Qué voy a hacer con tanto sueño roto? 
Todos somos cadáveres de auroras. 
Destino ! palacio de las dudas. 
(Arbolado con miedos tu camino, 
cómo harán para andar por él las almas?) 
Destino : carcelero del tiempo ! Puerta negra. 
Antes de haber entrado, no se sabe ; 
cuando ya se ha pasado no se vuelve. 
De sólo imaginarlo, 
se han helado mis versos. 
III. —Liberación. 
Amada: enarbola tu risa! 
La noche está enjaulada, 
y el sol, gran corazón, canta en los versos. 
Con los versos hacemos 
horcas para la muerte. 
Confianza de la vida: 
prendamos fuego con tus alegrías 
a esta negra ciudad de las tristezas. 
¡ Oh, Amada, 
si alcanzaran los brazos 
para abrazar los mundos! 
PIÑERO 
PARQUE 
La lima del viento 
fué puliendo las rosas del parque 
Los pájaros cantaban aprisionados 
en la jaula formada 
por los rayos del sol 
Y mis miradas unánimes 
tuvieron por horizonte 
tus trenzas 
Guillermo JUAN. 
LUMBRE 
Ha muerto el calendario 
Engrillado de fiebre 
reposa enfermo el cuerpo 
frADIK SABE ESTA NOCHE QUE EXISTE 
[el cielo 
El cielo es mío 
A nadie arrendaré una estrella 
La ventana abierta se entrega 
al bullicio nocharniego 
En vez de alma los niños llevan 
risueña una cometa 
Bruscamente 
el corazón despierta 
coge el gabán y el chambergo 
y se dirige cielo abajo hacia la ciudad 
[en fiesta. 
Alberto ROJAS GIMENEZ. 
Valparaíso. — Chile. 
POEMA ENCARNADO 
En la cesta del corazón recogí 
las cerezas del árbol de la tarde 
Las cerezas se ensartan como besos 
cargamento de besos lleva tu boca barca 
Pendiente de tu cuello ríe 
el sonajero de tu alma 
Cogidos de las manos 
saltaremos las combas de horizontes 
V cuando el Sol descienda 
entraremos en él 
¡por el puente de un rayo 
bajo el arco triunfal de un noble ocaso 
Pasado mucho tiempo 
pescaremos recuerdos naufragados. 
Jacobo SUREDA. 
Alemania. 
UNA EPISTOLA 
DEL MAESTRO 
Publicamos una carta de Macedonia Fer 
nández que éste nos entregó para la 
imprenta, sin la menor idea de que se 
hiciera pública. 
Querido Jorge : 
Iré esta tarde y me quedaré a comer 
si hay inconveniente y estamos con ga 
nas de trabajar. (Advertirás que las 
ganas de cenar ya las tengo y sólo falta 
asegurarme las otras). 
Tienes que disculparme el no haber 
ido anoche. Soy tan distraído que iba 
para allá y en el camino me acuerdo de 
que me había quedado en casa. Estas 
distracciones frecuentes son una ver 
güenza y hasta me olvido de avergon 
zarme. 
Estoy preocupado con la carta que 
ayer concluí y estampillé para vos; co 
mo te encontré antes de echarla al bu 
zón tuve el aturdimiento de romperle el 
sobre y ponértela en el bolsillo: otra 
carta que por falta de dirección se habrá 
extraviado. Muchas de mis cartas no lle 
gan, porque omito el sobre o las señas 
o el texto. Esto me trae tan fastidiado 
que te rogaria vinieras a leer ésta en 
casa. 
Su objeto, es explicarte que si anoche 
tú y Pérez Ruiz en busca de Bartolomé 
Galíndez no dieron con la calle Coron- 
da, debe ser, creo, porque la han puesto 
presa para concluir con los asaltos que 
en ella se distribuían de continuo. A 
un español le robaron hasta la zeta, que 
tanto la necesitan para pronunciar la 
esc y aún para tozer. Además los asal 
tantes que prefieren esa calle por co 
modidad, quejáronse de que se la man 
tenía tan oscura que escaseaba la luz 
hasta para el trabajo de ellos y se veían 
forzados a asaltar de día, cuando de 
bían descansar y dormir. 
De modo que la calle Coronda antes 
era esa y frecuentaba ese paraje, pero 
ahora es otra ; creo que atiende al pú 
blico de 10 a 4, seis horas. Lo más del 
tiempo lo pasa cruzada de veredas en 
alguna de sus casas: quizá anoche es 
taba metida en la de Galíndez : ese día 
le tocó a Galíndez vivir en la calle. 
Es por turnos y este es el turno de 
que yo me calle. 
Macedón io. 
BIBLIOGRAFIA 
Manuel Maples Arce — Andamios 
Interiores — México, ig22. 
Yo siento alguna admiración por Manuel 
Maples Arce. Voy a criticarlo por eso mis 
mo: (Enderecemos el silencio a los pla 
yos escritorzuelos malévolos, un empellón 
aigresivo a las nulidades con aureola y si 
tial, romos adjetivos laudatorios a los es 
critorzuelos simpáticos y un examen filoso 
y desbastado a las Obras que palpitante 
mente viven). 
El libro «Andamios Interiores» f es un 
contraste todo él. A un lado el estridentis- 
mo: un diccionario amotinado, la gramá 
tica en fuga, un acopio vehemente de tran 
vías, ventiladores, arcos voltaicos y otros 
cachivaches jadeantes; al otro, un corazón 
conmovido como bandera que acomba el 
viento fogoso, muchos forzudos versos fe 
lices y una briosa numerosidad de rejuve 
necidas metáforas. 
La primera parte de la antítesis no me 
interesa. Permitir que la calle se vuelque 
de rondón en los versos — y no la dulce 
calle de arrabal, serenada de árboles y en 
ternecida de ocasos, sino la otra, chillona, 
molestada de prisas y ajetreos — siempre 
antojóseme un empeño desapacible. En 
cuanto al entremetimiento en la lírica, de 
términos geometrales, tampoco logra en 
tusiasmarme. Quizá todo ello encuentra su
	        
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