PROA
(APPASIONATA)
A Mme. et M. Speluszi.
I. —Soledad.
Esta noche,
mi alma es una barca por el tiempo,
Se ha venido a bailar
en mi mesa, el recuerdo.
¡ Estoy solo en la cumbre de la noche !
(La noche es un puñal que abre las almas).
De la mano, las horas
van rezando el silencio.
Las cosas ritman una marcha fúnebre.
II. —Sobresalto.
Ejércitos de gritos
colman mi soledad y la hacen trágica.
Toda mi vida antigua,
ciclón amordazado,
se me prende en las carnes.
Qué voy a hacer con tanto sueño roto?
Todos somos cadáveres de auroras.
Destino ! palacio de las dudas.
(Arbolado con miedos tu camino,
cómo harán para andar por él las almas?)
Destino : carcelero del tiempo ! Puerta negra.
Antes de haber entrado, no se sabe ;
cuando ya se ha pasado no se vuelve.
De sólo imaginarlo,
se han helado mis versos.
III. —Liberación.
Amada: enarbola tu risa!
La noche está enjaulada,
y el sol, gran corazón, canta en los versos.
Con los versos hacemos
horcas para la muerte.
Confianza de la vida:
prendamos fuego con tus alegrías
a esta negra ciudad de las tristezas.
¡ Oh, Amada,
si alcanzaran los brazos
para abrazar los mundos!
PIÑERO
PARQUE
La lima del viento
fué puliendo las rosas del parque
Los pájaros cantaban aprisionados
en la jaula formada
por los rayos del sol
Y mis miradas unánimes
tuvieron por horizonte
tus trenzas
Guillermo JUAN.
LUMBRE
Ha muerto el calendario
Engrillado de fiebre
reposa enfermo el cuerpo
frADIK SABE ESTA NOCHE QUE EXISTE
[el cielo
El cielo es mío
A nadie arrendaré una estrella
La ventana abierta se entrega
al bullicio nocharniego
En vez de alma los niños llevan
risueña una cometa
Bruscamente
el corazón despierta
coge el gabán y el chambergo
y se dirige cielo abajo hacia la ciudad
[en fiesta.
Alberto ROJAS GIMENEZ.
Valparaíso. — Chile.
POEMA ENCARNADO
En la cesta del corazón recogí
las cerezas del árbol de la tarde
Las cerezas se ensartan como besos
cargamento de besos lleva tu boca barca
Pendiente de tu cuello ríe
el sonajero de tu alma
Cogidos de las manos
saltaremos las combas de horizontes
V cuando el Sol descienda
entraremos en él
¡por el puente de un rayo
bajo el arco triunfal de un noble ocaso
Pasado mucho tiempo
pescaremos recuerdos naufragados.
Jacobo SUREDA.
Alemania.
UNA EPISTOLA
DEL MAESTRO
Publicamos una carta de Macedonia Fer
nández que éste nos entregó para la
imprenta, sin la menor idea de que se
hiciera pública.
Querido Jorge :
Iré esta tarde y me quedaré a comer
si hay inconveniente y estamos con ga
nas de trabajar. (Advertirás que las
ganas de cenar ya las tengo y sólo falta
asegurarme las otras).
Tienes que disculparme el no haber
ido anoche. Soy tan distraído que iba
para allá y en el camino me acuerdo de
que me había quedado en casa. Estas
distracciones frecuentes son una ver
güenza y hasta me olvido de avergon
zarme.
Estoy preocupado con la carta que
ayer concluí y estampillé para vos; co
mo te encontré antes de echarla al bu
zón tuve el aturdimiento de romperle el
sobre y ponértela en el bolsillo: otra
carta que por falta de dirección se habrá
extraviado. Muchas de mis cartas no lle
gan, porque omito el sobre o las señas
o el texto. Esto me trae tan fastidiado
que te rogaria vinieras a leer ésta en
casa.
Su objeto, es explicarte que si anoche
tú y Pérez Ruiz en busca de Bartolomé
Galíndez no dieron con la calle Coron-
da, debe ser, creo, porque la han puesto
presa para concluir con los asaltos que
en ella se distribuían de continuo. A
un español le robaron hasta la zeta, que
tanto la necesitan para pronunciar la
esc y aún para tozer. Además los asal
tantes que prefieren esa calle por co
modidad, quejáronse de que se la man
tenía tan oscura que escaseaba la luz
hasta para el trabajo de ellos y se veían
forzados a asaltar de día, cuando de
bían descansar y dormir.
De modo que la calle Coronda antes
era esa y frecuentaba ese paraje, pero
ahora es otra ; creo que atiende al pú
blico de 10 a 4, seis horas. Lo más del
tiempo lo pasa cruzada de veredas en
alguna de sus casas: quizá anoche es
taba metida en la de Galíndez : ese día
le tocó a Galíndez vivir en la calle.
Es por turnos y este es el turno de
que yo me calle.
Macedón io.
BIBLIOGRAFIA
Manuel Maples Arce — Andamios
Interiores — México, ig22.
Yo siento alguna admiración por Manuel
Maples Arce. Voy a criticarlo por eso mis
mo: (Enderecemos el silencio a los pla
yos escritorzuelos malévolos, un empellón
aigresivo a las nulidades con aureola y si
tial, romos adjetivos laudatorios a los es
critorzuelos simpáticos y un examen filoso
y desbastado a las Obras que palpitante
mente viven).
El libro «Andamios Interiores» f es un
contraste todo él. A un lado el estridentis-
mo: un diccionario amotinado, la gramá
tica en fuga, un acopio vehemente de tran
vías, ventiladores, arcos voltaicos y otros
cachivaches jadeantes; al otro, un corazón
conmovido como bandera que acomba el
viento fogoso, muchos forzudos versos fe
lices y una briosa numerosidad de rejuve
necidas metáforas.
La primera parte de la antítesis no me
interesa. Permitir que la calle se vuelque
de rondón en los versos — y no la dulce
calle de arrabal, serenada de árboles y en
ternecida de ocasos, sino la otra, chillona,
molestada de prisas y ajetreos — siempre
antojóseme un empeño desapacible. En
cuanto al entremetimiento en la lírica, de
términos geometrales, tampoco logra en
tusiasmarme. Quizá todo ello encuentra su