PROA
UN TROZO DE RAINER MARIA RILKE
NOCHE DE PUEBLO
El dormitorio de la torre está oscuro. Pero ambos ilumí-
nanse en los rostros con su reir. Se buscan como ciegos y cada
cual encuentra al otro como quien encuentra una puerta. Se
estrechan, casi como niños que ante la noche se acongojan. Y
sin embargo, nada temen. Nada es a ellos hostil: ningún ayer,
ningún mañana, pues se ha desmoronado el tiempo. Y ellos flo
recen de las ruinas del tiempo.
El no interroga: ¿Tu estirpe?
Ella no pregunta: ¿Tu nombre?
vSe han encontrado, y serán una nueva raza el uno para
el otro. Se darán miles de nombres nuevos y se los volverán
a -quitar, con suavidad, como quien quita un pendiente.
¿Abrióse una ventana? ¿Entró el vendaval en la casa?
¿ Quién golpea los portones ? ¿ Quién atraviesa las estancias ?
—Déjalo. Quien quiera que sea. Nunca entrará en la ha
bitación de la torre. Como detrás de cien puertas está ese gran
dormir que tienen en común dos seres : tan en común como una
muerte o una madre.
Jacobo Sureda lo tradujo del alemán.
El tedio hecho sombra
quiere acallar la vocecita erguida del farol
Del campanario mudo
baja el silencio a lavar las almas
Detrás de cada árbol nos acecha el misterio
danzando con los ritmos del silencio
Oh los pasos olvidados en el camino
voces enmudecidas que ruedan sin gemir
Oh los pasos que ya nadie encontrará!
El instante es una llamita
que no acaba de apagarse.
Roberto A. ORTELLI.
AJEDREZ — NORAH BORGES