Full text: [2.a época], 1.1924=Nr. 1, Repr. 2012 (1924000100)

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PROA N° 1. Edición facsimilar | 13 
excepcionalmente asoma la ciudad. Bien es cierto que la tendencia 
de Rubén Darío así como su rol mesiánico en la poesía castellana, 
separábanle de esos temas. Hoy, aunque no es mucho el tiempo 
transcurrido desde su muerte, sábese que la importancia capital 
de su obra, aparte de otros valores, reside en la adaptación al 
español de diversas formas métricas que aún no habían pasado los 
Pirineos. De todos los rumbos que se bifurcaban en aquella encru 
cijada lírica pocos discípulos echaron a andar según sus propias 
preferencias; atónitos a causa de la revelación, paulatinamente 
fueron sumándose al cortejo que seguía al mágico orfebre. 
Emile Verhaeren surge a la admiración de los poetas de His 
pano-América, cuando Baudelaire y Verlaine, para citar dos de los 
que primero introdujo el modernismo, tenían un altar en cada 
cenáculo. Aunque algún epígono “modernista” circunstancial 
mente haya reivindicado su nombre, no tuvo el privilegio de inte 
grar la pléyade que encabezaba el autor de “Sagesse”. Paitóle 
por tanto, la base necesaria para adquirir el difuso renombre que 
en cambio gozan actualmente numerosos poetas subalternos. A 
pesar de todo, sus villes tentaculaires, mantienen en su recinto 
después de casi seis lustros, una peregrinación espiritual que con 
trasta con el abandono de muchos maestros de entonces. 
Todos saben que Verhaeren, contra el precepto que estaba 
ya generalizado, interpretó por “primera vez” motivos de la urbe. 
Anteriormente, la ciudad sólo de paso podía interesar a los poetas; 
juzgábasela excluida como tema del orbe estético. Laboriosas y 
pacientes rebuscas en pos de nuevas formas constituían a la sazón 
el desvelo unánime. Depurar los medios expresivos hasta lo inde 
cible: he ahí el desideratum. El afanoso perfeccionamiento de la 
técnica para captar hasta el último matiz de las más complejas 
sensaciones era la inquietud “fin de siècle”. Preocupados de este 
modo la mayoría de los poetas, la revelación que aporta Verhaeren 
reviste la más absoluta originalidad. Un ritmo subyugante y desco-
	        
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