- 54 —
54 I
Zuloaga es “el”, a través del secreto de las individualidades.
Sorolla es “él”, en las cosas y entre las cosas.
Sorolla pinta lo universal, sin particularidad caracterizada. El
pintor guipuzcoano determina su conciencia y la sitúa en el universo.
El artista valenciano goza la vida y se distrae, situándose entre
las cosas, como maravilla entre maravillas.
Veo en Sorolla una sensibilidad refleja. En Zuloaga descubro
una sensibilidad revisada. La obra de Zuloaga es más humana que
la de Sorolla, por ser más honda, más personal ; en él se adivina
la conciencia que siente necesidad de revisar la moral, para saberse
concicnte. Este artista es un filósofo que no ve el mundo en
extensión, en infinito, sino en intimidad; no admira al mundo com
prendiéndolo como una ventana abierta a la contemplación, sino
como una lucha, como el esfuerzo de la voluntad de ser persiguiendo
el secreto de su finalidad, de su razón de lucha, de su razón de
existencia. De ahí que asoma a las almas para definirse y compro
barse. En todas sus caracterizaciones hay el secreto de lo que busca
situarse. De ahí que las psicologías que más se alejan de su perso
nalidad, las que más difieren de su “yo”, las define exagerándolas,
con aquel secreto de quien se sabe distinto. Este es el misterio de
Las brujas de San Millón...
En este misterio de las brujas radica la fuerza subjetiva del
arte de Zuloaga. Psicológica y fisiológicamente los personajes de
San Millón, son de una idiosineracia que contrasta enormemente
con la naturaleza espiritual del artista. Tal vez por esto, él ha sentido
esos personajes intensamente. De no ser inconciliables con su perso
nalidad, no los hubiese sentido hondamente. Porque en arte se pro
longan los rasgos y caracteres que más difieren de nuestro yo; por
lo mismo que son los que mejor individualizan las personalidades
que nos contrastan.
Las Brujas de San Millón exageran el retrato y caen la cari
catura; es, precisamente, más que por sus rasgos físicos, por su