Los domingos
E
N las calles solitarias del Domingo las cojas presumen al
balcón.
Hay un matrimonio chiquito que pasa por el Domingo miran
do con la cabeza muy levantada y de reojo las altas casas nue
vas.
El pobre del Domingo se ha cambiado el vendaje de su pierna
seca.
Los soldados de la escolta real son los gallardetes del Domin
go sobre cuyos cascos corren las fuentes.
Los niños pasan arrepentidos de haberse comprado la pelota
azul cautiva de una gomita que la devuelve a la mano por lejos
que se la lance.
Todo el tranvía se vacia al final del trayecto como si se hu
biese incendiado y huyesen sus viajeros.
Los domingos escribió Fígaro sus artículos trágicos.
Aquella señorita hiperestésica definió el Domingo, cuando
señalando un ladrillo en cuya rendija crecía una flor dijo: “En
ese ladrillo es Domingo”.
Las muchachas aburridas visten a sus sobrinas de gitanas.
Los que no encuentran ni teatro ni cine en que entrar son
los socios transeuntes del Domingo sin derecho a nada.
En el país de los traductores
N el país de los traductores todo el mundo llega redingote.
“Iba envuelto en un amplio redingote”.