PROA N° 4. Edición facsimilar | 25
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sido escrito antes, tan extraordinario pareció. Pero tampoco nanea
faé leído despaés, porque la suma seriedad que se apoderó de mi al
redactarlo dió a mis primeras páginas un tono tal de tercer tomo y
“continuará” que aquel lector que con solo perseverar la lectura dos
páginas, recuperó el sueño, soñó que aun no había empezado a leer
la “Autobiografía” (tanto era su sentimiento de bienestar), fundan
do sn ensueño en que no recordaba nada del primer tomo: las perse
verantes trescientas páginas que seguían se las hubieron con un lee-
señora . Esta gentil dama muy al contrario de lo que insinúa el Editor,
tor en blanco. Quédanse por completar la referencia del Editor a la
nunca me habló con desagrado; ni volvió a invitarme a comer, pues
era tan feliz de memoria que no necesitaba de mi presencia para recor
darme siempre.
En cuanto al agujero que yo buscaba era uno que me había he
cho en la mente una reciente lectura, ya entonces continuaba escri
biendo Maeterlink, precursor de Emerson, Boheme Novalis y otro ca
so de memoria excesiva; ya también Leopardi había descubierto la
maldad humana; y... todavía no había quejas de mí: nadie había
empezado a leer lo que sigue.
Macedonio FERNANDEZ.
(De esto hay más en casa; lo disimularemos en PROA próxima).