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PROA N° 4. Edición facsimilar | 51
to de laa ideas estéticas en Europa y América, para percibir el
frondoso reflorecimiento del espíritu criticista. Ya hemos citado
un nombre: el de Alfred Kerr.
Al de éste, si quisiéramos trazar un cuadro esquemático del
estado floreciente que alcanza la crítica en las modernas letras eu
ropeas, agregaríamos los nombres alemanes de Robert Ernst Cur-
tius y Hermann Hesse, los ingleses de James Frazer y Middleton-
Murry, los italianos de Papini y Prezzolini, los franceses de Al
bert Thibaudet, Valery Larbaud y Henri Massis ; y aún de los es
pecializados en letras vanguardistas como Jean Epstein, Paul Neu-
huys y Marcel Arland, — por no hacer más dilatada la lista.
En cuanto a los nombres españoles de algunos ensayistas
que sin ejercer sistemáticamente la crítica contemporánea, han
hecho valiosas incursiones como Ortega y Gasset, Alomar, D’Ore,
Azorín, los de otros más fielmente inclinados a ella, como Diez-
Canedo, Andrés González-Blanco y especialmente Cansinos-Asséns,
y de algunos que apuntan en las promociones más nuevas como
Antonio Marichalar, Melchor Fernández Almagro, Eugenio Mon
tes, Gerardo Diego, José Bergamín y otros, más adelante tendre
mos ocasión de analizarlos cumplidamente.
Por ahora, ante todo, lo que nos interesa afirmar es que la
“crisis” de la crítica no es tan grave como algunos, malévola
mente, se afanan en sostener, y que su ejercicio sigue siendo una
de las más nobles actividades intelectuales. Aunque algunos gus
ten de repetir todavía el célebre verso de Destouches: “La criti
que est aisée, mais l’art est difficile”, puede afirmarse que en ri
gor no hay nada fácil, aunque la dificultad de la crítica no esté
en ella misma, sino en su libre ejercicio, por encima de toda cap
tación amistosa o de cualquier subordinación moral extralitera
ria...
(Continuará).
Gheillermo DE TORRE.
Campos de Castilla, septiembre de 1924.