PROA N° 5- Edición facsimilar | 27
rígido. Para el creyente, las cosas son realización del verbo de
Dios—primero fue nombrada la luz y luego resplandeció sobre el
mundo—: para el positivista, son fatalidades de un engranaje. La
metáfora, vinculando cosas lejanas, quiebra esa doble rigidez. La
fatigamos largamente y nuestras vigilias fueron asiduas sobre su
lanzadera que suspendió hebras de colores de horizonte a horizonte.
Hoy es fácil en cualquier pluma y su brillo—astro de epifanías in
teriores, mirada nuestra—es numeroso en los espejos. Pero no
quiero que descansemos en ella y ojalá nuestro arte olvidándola
pueda zarpar a intactos mares, como zarpa la noche aventurera de
las playas del día. Deseo que este ahinco pesa como una aureola
sobre las cabezas de todos y he de manifestarlo en palabras.
La imagen es hechicería. Transformar una hoguera en tempes
tad. según hizo Milton, es operación de hechicero. Trastrocar la
luna en un pez, en una burbuja, en una cometa—como Rossetti lo
hizo, equivocándose antes que Lugones—es menor travesura. Hay
alguien superior al travieso y al hechicero. Hablo del semidiós, del
angel, por cuyas obras cambia el mundo. Añadir provincias al Ser,
alucinar ciudades y espacios de la conjunta realidad, es aventura
heroica. Buenos Aires no ha recabado su inmortalización poética.
En la pampa, un gaucho y el diablo payaron juntos ; en Buenos
Aires no ha sucedido aun nada y no acredita su grandeza ni un
símbolo ni una asombrosa fábula ni siquiera un destino individual
equiparable al Martín Fierro. Ignoro si una voluntad divina se
rcáliza en el mundo, pero si existe fueron pensados en Ella el al
macén rosado y esta primavera tupida y el gasómetro rojo. (¡Qué
gran tambor de Juicios Finales ese último 1) Quiero memorar dos
intentos de fabulización : uno el poema que entrelazan los tangos
—totalidad precaria, ruin, que contradice el pueblo en parodias y
que no sabe de otros personajes que el compadrito nostálgico, ni
de otras incidencias que la prostitución—, otro el genial y soslaya
do Reciénvenido de Macedonio Fernández.
Jorge Luis Borges-
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