PROA N° 5. Edición facsimilar | 33
Ruano. No debe extrañar a nadie tal convergencia unánime de
miradas críticas sobre un literato de aire aparentemente manso, tan
poco solicitador de réplicas violentas. Ya que precisamente en la
generación anterior a la nuestra hay pocas personalidades tan su-
gerentes como la suya. Está pleno, por u na parte, de atracción y
simpatía en aquellas de sus virtudes próximas a nuestros gustos
modernos—¡hallazgo admirable de su estilo conciso, cortado epi
gráfico y desarticulador, que acabó con el clausulón interminable
y la grandilocuencia oratoria !—Y, por otra parte, en su última
evolución, se nos presenta alicaído y senecio, lleno de contradic
ciones y de puntos débiles muy vulnerables...
Y aqui llega la oportunidad de establecer una distinción fun-
damental que yo deseaba fijar sobre su duple personalidad, y que
ningún glosador ha acertado a vislumbrar. Uno de los más entusias
tas. Ruano en su Azorin aludido, se limita única y tímidamente a
trazar unas anotaciones—con el estilo y la técnica del maestro—al
márgen de su “Don Juan”, que sigue paso a paso, queriendo ver
en él el arquetipo mas logrado de la obra azorinesca. c u ando a mí
juicio, lo mejor de ella se halla en “La Voluntad” y en “Las con
fesiones de un pequeño filósofo.” Mas ni dicho crítico, ni tampoco
ninguno de los restantes, no acierta a establecer una delimitación
cardinal de Azorin, la que hoy más que nunca se impone : A un
lado, el Azorin creador de su primer ciclo novelesco, donde des
cuellan sutiles interpretaciones de la “realidad espiritual” cas
tellana, como flores de sensibilidad en el páramo de la enteca me>
seta tradicionalista, delicados “primores de lo vulgar—como dijo
epigráficamente Ortega en “El Espectador.”—A ese mismo lado,
paralelamente, el Azorin sagaz y fervoroso vivificador de los yertos
clásicos, que solo con unas lineas sintéticas y preciosas acierta a
darnos la clave de Oarcilaso, de Góngora o de Cervantes. Y, al
extremo opuesto, el Azorin actual, cómplice del “chirrión de los
políticos”—empero su tardío arrepentimiento o, mas bien, deser
ción—apologista de los peores contemporáneos, Barn u m de los