Full text: [2.a época], 1.1924=Nr. 5, Repr. 2012 (1924000500)

PROA N° 5. Edición facsimilar | 33 
Ruano. No debe extrañar a nadie tal convergencia unánime de 
miradas críticas sobre un literato de aire aparentemente manso, tan 
poco solicitador de réplicas violentas. Ya que precisamente en la 
generación anterior a la nuestra hay pocas personalidades tan su- 
gerentes como la suya. Está pleno, por u na parte, de atracción y 
simpatía en aquellas de sus virtudes próximas a nuestros gustos 
modernos—¡hallazgo admirable de su estilo conciso, cortado epi 
gráfico y desarticulador, que acabó con el clausulón interminable 
y la grandilocuencia oratoria !—Y, por otra parte, en su última 
evolución, se nos presenta alicaído y senecio, lleno de contradic 
ciones y de puntos débiles muy vulnerables... 
Y aqui llega la oportunidad de establecer una distinción fun- 
damental que yo deseaba fijar sobre su duple personalidad, y que 
ningún glosador ha acertado a vislumbrar. Uno de los más entusias 
tas. Ruano en su Azorin aludido, se limita única y tímidamente a 
trazar unas anotaciones—con el estilo y la técnica del maestro—al 
márgen de su “Don Juan”, que sigue paso a paso, queriendo ver 
en él el arquetipo mas logrado de la obra azorinesca. c u ando a mí 
juicio, lo mejor de ella se halla en “La Voluntad” y en “Las con 
fesiones de un pequeño filósofo.” Mas ni dicho crítico, ni tampoco 
ninguno de los restantes, no acierta a establecer una delimitación 
cardinal de Azorin, la que hoy más que nunca se impone : A un 
lado, el Azorin creador de su primer ciclo novelesco, donde des 
cuellan sutiles interpretaciones de la “realidad espiritual” cas 
tellana, como flores de sensibilidad en el páramo de la enteca me> 
seta tradicionalista, delicados “primores de lo vulgar—como dijo 
epigráficamente Ortega en “El Espectador.”—A ese mismo lado, 
paralelamente, el Azorin sagaz y fervoroso vivificador de los yertos 
clásicos, que solo con unas lineas sintéticas y preciosas acierta a 
darnos la clave de Oarcilaso, de Góngora o de Cervantes. Y, al 
extremo opuesto, el Azorin actual, cómplice del “chirrión de los 
políticos”—empero su tardío arrepentimiento o, mas bien, deser 
ción—apologista de los peores contemporáneos, Barn u m de los
	        
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