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como “3 horas en el Museo del Prado” y “Mi Salón de Otoño”
qné al margen de aciertos interpretativos, establecen una peli
grosa confusión entre lo clásico y lo académico; pues el Glosador
llevado de su prejuicio clasicista, exalta a Poussin—arquetipo, a
su juicio, del mejor clasicismo—mientras condensa muy arbitraria
mente en el Greco todos los pecados románticos.
La faceta crítica de Pérez de Ayala tiene expresión unica
mente, hasta la fecha, en el campo de lo teatral : recuérdense sus
dos tomos sobre “Las Máscaras”. Y aunque la agudeza y penetra
ción de su cerebro impecablemente organizado es muy grande, no
nos hacemos muchas ilusiones de lo que puesto a comentar las
nuevas tendencias litrarias hubiese aportado, pues dada su fuerte
trabazón humanística no llegaría jamás a colocarse en ese estado
de silvestre “adamismo” intelectual, de violenta eliminación delas
nociones adquiridas que para la comprensión de esas fórmulas se
reclama...
Al margen de sus veleidades políticas Gabriel Alomar, mente
de mas radio que calado, ha hecho alg u n tiempo crítica literaria:
ha escrito mas bien unas modestas “impresiones de un lector”, en
ocasiones de tono lírico y elevado, pero maculadas, por un espíritu
de excesiva acomodación a las mediocridades vigentes. A un tipo
análogo de crítica pertenece la manera de “Andrenio”, resaltante
en su ultimo libro aludido. Razona serenamente. No se enfervoriza
en entusiasmos ni se aborrasca en negaciones. Tal actitud está
apoyada por un estilo liso transparente de una gran claridad ex
positora, que, en ocasiones, acierta con gran fortuna a condensar en
solo dos líneas la silueta espiritual de un escritor. Pero en conjunto,
y resumiendo, su crítica nos parece fría, mansa y neutra, sumisa
a las categorías establecidas, nada vibrante ni arrostrada, y siem
pre comedida, aunque grisácea...
En cuanto a Manuel Bueno, que posee análogas características,
nos interesa deshacer rápidamente la leyenda, la nube incensaria
en que se halla envuelto por ciertos corifeos. Indebidamente se le