Full text: [2.a época], 1.1924=Nr. 5, Repr. 2012 (1924000500)

PROA N° 5. Edición facsimilar | 55 
—( 51)._ 
El moro no se explica como ese sujeto ignora que el negocio ha 
sido establecido para que el transeunte beba un bock de cerveza o 
una tacita de café y a seguida se marche. Sin embargo, ¡ es tan fácil 
comprender ésto ! El día que ascienda a dueño de café, colocará 
en cada una de la mesitas, el lacónico cartel: “ SEA BREVE” 
Poco o mucho después—esto parece no preocupar al sujeto en 
golfado en la lectura, pues vive al margen del tiempo—agrúpanse 
a su alrededor otros raros ejemplares de la especie humana. 
Discuten en alta voz turbando el beatífico sosiego de un viejo 
parroquiano que aguarda el vencimiento de sus días leyendo, para 
rejuvenecerse, un viejo ejemplar de El Sol de Madrid, como un via 
jero en una estación de ferrocarril. En la estación de la Muerte 
arribaré el anciano lector. 
Inútilmente carraspea para imponer silencio, entonces se levan 
ta y decidido a marcharse, echa a caminar cojeando, pues que tiene 
nn pié en la Tierra y otro en la sepultura. 
En verdad—piensa el mozo—esos señores carecen de vergüenza 
Oritan como si estuvieran en despoblado o en sus respectivos domi 
cilios. Y su sistema nervioso que la calma había oxidado, se altera 
contemplando como se entretienen haciendo pajaritas de papel. No 
es inseguro que el moro de café termine mi la neu raster ia. es decir, 
siendo un hombre superior. 
—No cabe duda—reflexiona—que esos sujetos son anormales. 
En época de elecciones, lo normal sería que hablaran de elecciones 
y eso podría interesar al viejo lector de El Sol. Pero no, nunca se 
ocuparon de política, ni de la ley de alquileres, ni del último asalto 
que conmovió a la población, ni del desfalco en las arcas del Estado 
que no conmovió a nadie por ser una lugar común. Nada de eso. Gri 
tan hablando a propósito de la teoría del perspectivismo, de la deca 
dencia de Occidente, de la nueva sensibilidad y la repercusión del 
"jazz band” en la literatura y en las artes plásticas, mientras el 
dueño, cogitativo, los contempla desde la caja, que es su torre de 
marfil. Y en la fiereza de ese rostro congestionado, capaz de in-
	        
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