Full text: [2.a época], 2.1925=Nr. 6, Repr. 2012 (1925000600)

MENDEZ 
16 I 
E V A R 
LOS ROSALES 
Había no hace mucho en el distante y ralo poblacho cuyas ca 
sas se diseminan entre los boscajes, los arroyos, las lomas y las vi 
ñas, cuatro espigadas viejas, solteras, en la casa de los rosales, la es 
condida casa de las rosas silvestres... Vivían sólo del escaso me 
dro que daban los frutos de su hueito en verano; y eran sabias en 
mil pequeñas industrias campesinas. Muy niño era yo el mimado 
de las cuatro buenas viejas; colmábanme del cariño de que estaba 
repleta su alma pura, acrisolada en su soledad de señoritas ancia 
nas. 
Pué muriendo una a una en medio de las rosas que florecían 
en toda la casa desde el cerco a la huerta, dejando a sus hermanas 
el cuidado de la miel cristalina de sus colmenares, del arrope de sus 
uvas rosadas, de la cosecha de sus nueces y guindas que apasiona 
ban mi gula infantil. 
Y la última sobre un mulo tardo de tal mansedumbre como si 
descendiera del asno de Cristo, va la dulce y buena vieja crepus 
cular y sola por los campos en cuyo ámbito resuena casi placentera, 
desde la distante capilla aldeana, la campana del Angelus y, devo 
ta, con unción se santigua. 
MUSICA PROHIBIDA 
Juro por la ceniza de mis penates que no hay placer más gran 
de que castigar a una querida caprichosa. ¡Qué placer abofetearle 
el rostro! ¡Qué alegría llenarle el cuerpo de morados cardenales! 
Juro por la ceniza de mis penates que no hay dicha mayor que 
azotar a la mujer querida, a la caprichosa queridita, blanca y frá 
gil víbora tan cruel y tan adorada, que tiene siempre las uñas lis 
tas para arañarnos el corazón.
	        
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