Full text: [2.a época], 2.1925=Nr. 7, Repr. 2012 (1925000700)

un moro halago sonoro ni una artimaña para ampliar el discurso, 
sino un ahinco de universalidad y claridad. Dos acepciones hay en 
las palabras de las lenguas romances : una, la consentida por el uso, 
por los caprichos regionales, por los vaivenes del siglo ; otra, la eti¬ 
mológica, la absoluta, la que se acuerda con su original latino o 
helénico. (Conste que el inglés, en cuanto a repertorio intelectual, 
es romance). Los latinistas del siglo XVII se atuvieron a esta se¬ 
gunda y primordial acepción. Su actividad fué inversa de la que 
ejercen hoy los académicos, a quienes atarea lo privativo del len¬ 
guaje: los refranes, los modismos, los idiotismos. Contra sus dicha¬ 
rachos castizos trazó la pluma de Quevedo, tres siglos ha, el docto¬ 
ral Cuento de Cuentos y la carta que lo precede. Quiero tambiéai 
rememorar las razones que en lo atañedero a este asunto, dejó don 
Diego de Saavedra Fajardo, en la estudiosa prefación de su Corona 
Gótica: En el estilo procuro imitar a los Latinos que con brevedad 
y con gala explicaron, sus conceptos, despreciando los vanos escrú¬ 
pulos de aquellos que afectando en la Lengua Castellana la pureza 
y castidad de las vozes, la hazen flora y desaliñada. 
Jorge Luis Borges.
	        
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