Full text: [2.a época], 2.1925=Nr. 7, Repr. 2012 (1925000700)

32 I 
bidas a la manera moderna, valiéndose del paisaje como elemento 
interpretativo de un especial estado de alma ; y Carlos Pío Uhrbach, 
en cuya producción hallamos rasgos de delicadeza espiritual, po¬ 
der de evocación y colorido acertado, desaparecieron prematuramen¬ 
te, sin haber dejado cumplida una verdadera obra poética. Federi¬ 
co Uhrbach, que conjuntamente con su hermano había publicado un 
libro de primicias — Gemelas, 1894 — da a la estampa en 1907 el 
libro “Oro", verdadera fuente de inspiración para los poetas del 
momento, en donde se hace evidente su modernismo por la flexibi¬ 
lidad del verso, por la maestría de palabras, por la sapiencia del 
ritmo y en menor escala, por los temas y por la ideología que los 
informa. Poeta de nuances, en sus versos rara vez se encuentra la 
emotividad franca, aunque están envueltos en cierta vaguedad im¬ 
precisa que les comunica un fondo de sugerente emoción. En su 
obra de este momento no predomina el subjetivismo, sino la compo¬ 
sición evocadora, sabiamente coloreada, que por la misma virtud de 
su sonoridad íntima y penetrante, se nos adentra muy hondamente, 
por un prodigio de artista que, mediante un procedimiento exterior, 
llega hasta lo más profundo del alma humana. Después de “Oro”, 
de inspiración melancólica, Federico Uhrbarch tuvo sus cantos de 
vida y esperanza, que culminaron en su libro Resurrección (1916) 
verdadera resurrección espiritual como al respecto expresó Pedro 
Enriquez Ureña, saludando su llegada. Un nuevo sueño de belleza, 
alentado ahora por la consolación de una esperanza, le alejó de 
aquel tono de renunciamiento de su obra anterior, conduciéndolo 
por caminos de amor y de serenidad. El dolor ya no es el motivo 
del canto, sino el trasunto de una esperanza que le lleva a tender el 
vuelo hacia un optimismo moderado, hecho de silencio y de quieta 
esperanza. Ahora, en el claro camino, traza los nuevos derroteros 
ideales, asediado por ansias de vivir, de luchar, de “salvar y rete¬ 
ner la vacilante juventud”. Los paisajes son ahora más llenos de 
sol y vida, tienen una amplia luminosidad y un colorido rico en to¬ 
nalidades acentuadas. Sin dejar de ser poeta de matices, no lo es ya 
de un modo tan absoluto ; en cambio, hallamos en Resurrección un
	        
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