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bidas a la manera moderna, valiéndose del paisaje como elemento
interpretativo de un especial estado de alma ; y Carlos Pío Uhrbach,
en cuya producción hallamos rasgos de delicadeza espiritual, po¬
der de evocación y colorido acertado, desaparecieron prematuramen¬
te, sin haber dejado cumplida una verdadera obra poética. Federi¬
co Uhrbach, que conjuntamente con su hermano había publicado un
libro de primicias — Gemelas, 1894 — da a la estampa en 1907 el
libro “Oro", verdadera fuente de inspiración para los poetas del
momento, en donde se hace evidente su modernismo por la flexibi¬
lidad del verso, por la maestría de palabras, por la sapiencia del
ritmo y en menor escala, por los temas y por la ideología que los
informa. Poeta de nuances, en sus versos rara vez se encuentra la
emotividad franca, aunque están envueltos en cierta vaguedad im¬
precisa que les comunica un fondo de sugerente emoción. En su
obra de este momento no predomina el subjetivismo, sino la compo¬
sición evocadora, sabiamente coloreada, que por la misma virtud de
su sonoridad íntima y penetrante, se nos adentra muy hondamente,
por un prodigio de artista que, mediante un procedimiento exterior,
llega hasta lo más profundo del alma humana. Después de “Oro”,
de inspiración melancólica, Federico Uhrbarch tuvo sus cantos de
vida y esperanza, que culminaron en su libro Resurrección (1916)
verdadera resurrección espiritual como al respecto expresó Pedro
Enriquez Ureña, saludando su llegada. Un nuevo sueño de belleza,
alentado ahora por la consolación de una esperanza, le alejó de
aquel tono de renunciamiento de su obra anterior, conduciéndolo
por caminos de amor y de serenidad. El dolor ya no es el motivo
del canto, sino el trasunto de una esperanza que le lleva a tender el
vuelo hacia un optimismo moderado, hecho de silencio y de quieta
esperanza. Ahora, en el claro camino, traza los nuevos derroteros
ideales, asediado por ansias de vivir, de luchar, de “salvar y rete¬
ner la vacilante juventud”. Los paisajes son ahora más llenos de
sol y vida, tienen una amplia luminosidad y un colorido rico en to¬
nalidades acentuadas. Sin dejar de ser poeta de matices, no lo es ya
de un modo tan absoluto ; en cambio, hallamos en Resurrección un