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alcanzarla la libertad absoluta. Su propia debilidad, desencadena la
fatalidad en contra de Prometeo. Este acorde fundamental llena como
«n golpe de viento todo el libro. Ella va «parloteando por el camino,
ese camino que de tantos y tan diversos modos he recorrido y amado».
Y aquí está Ja clave de tanta raturai sabiduría. La divina comedia cie
rra todo el círculo del amor. Dante desarrolla en ella a través de sí
mismo, toda la potencia amatoria del hombre. Emerson decía que sólo
podemos leer, aquello que somos capaces de escribir. Nuestra compe
netración con el poema estará regida |H>r nuestra experiencia amato
ria. Y sólo podrá comprenderlo integro, aquél que haya agotado todo
el amor. «Amor mi tnosse che mi fa parlare*. Como único prefacio,
Victoria Ocampo, desnuda su corazón bajo el obscuro pórtico. ¡Cuán
to debe haber amado, quien ha podido descubrir el sentida trágico de
Paolo y Francesca ! «Son los via jeros errabundos de su amor ; no re
siden en su amor*. Su carne que parece unirlos, los separa con su tem
pestad de contactos, «pues para poder gustar de una cosa, hay que
hacer el silencio en tomo suyo, hay que morar en ella». Con esta brú
jula delicada su viaje ascendente, es una generosidad de sutiles reve
laciones. Qué claramente comprendemos, el paso transido del amor
humano al amor divino. Visto en esta forma el poema cambia de
plano. En el cantar de los cantares el símbolo es la mujer; la esencia-
lidad es el templa. Igual se había descubierto en La Divina Comedia.
Victoria Ocampo transmuta la perspectiva del ¡)oema. Siguiendo su
libro se percibe claramente que todo lo ornamental y religioso es en
él un símbolo y que las tres gigantescas metáforas expresan la esen-
cialidad anecdótica del amor de un hombre.
Para aquellos que conocen a Victoria Ocampo, hay una dimen
sión más en la perspectiva emocional del libro. Si Dante recoje en su
alma toda la experiencia del ser a través del Infierno, del Purgatorio
y del Paraíso, es solamente para dotar a Beatriz por transfusión ima
ginativa con toda la sabiduría y el ritmo. Y aquí veo claramente qué
lejos de Grecia nos encontramos. ¿ Por qué no le bastó a Dante con la
belleza formal de Beatriz? Necesitó infundirle un mundo interior pro-