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No dura más de un segundo. Diñase
Algo que jira.
¡Allí: pasa!...
He visto jirar el fuego; el faro, como un demente
Revuelve su cabeza Uameadora en la noche, derviche gigante,
Y, en su vértigo de luz.
Alumbra la ruta en el campo, el cerco en flor, la cabaña
Y el ciclista en retardo, y el carruaje del médico sobre la
I pradera,
Y los abismos desiertos donde rumbean los paquetes.
He visto jirar el fuego, y me callo.
Mañana temprano, la gente del salón, subiendo al puente
Donde el viento hincará sus mejillas y sus ojos fríos.
Gritará : «Tierra»
Y se extasiarán en sus golillas.
j Europa !
Goce del cuerpo, de la inteligencia, del sentimiento.
Mujeres, lujo, viajes. Trenes de riqueza en que duermen los
millonarios y cantan las divas, mientras las ruedas van rodando una
conocida fuga por campiñas labradas como a cincel, hacia ciudades de
luz, que mellan los sentidos.
Puertos de aguas catalépticas rayadas por millares de arribos
y zarpadas. Aldeas que se abren a la curiosidad del viajero
como libros intactos que exhalan de sus colmenas de letras un zumo
de vida pretérita. Ríos de lomos mansos que aguantan el transcurso
de barcos agujereados de estrellas cuadradas como los tranvías. Pero
sobretodo calles, teatros, y paseos urbanos de los cuales salta el erec
to demonio del placer y en las cuales el «Richa Amateur» podrá en
contrar desde el amor serio, predispuesto a las irremediables trage
dias, hasta las ínfimas satisfacciones que proponen las chucherías de
bazar. ¡Oh blancura fría de las pecheras, niveas praderas pectorales