— 62 —
66
■••«•••••«••••■•■■••Mai
La gitana me dice lo que ya sé. Antes que sus labios inicien movi
miento, adivino las ideas en sus ojos. Me escudriña el porvenir : espíritu
errante ; amores que nacen muertos o enfermizos amores que muere«
en seguida ; veinte senderos que me invitan a andar y un pasado que
me sujeta |>or el borde de! saco.
—Despójate de él. y déjalo tirado en el camino hecho.
Y la gitana corre ágilmente, inquietamente su vista por las rutas
de mi mano, como yo quisiera hacerlo por todas las rutas del mundo.
Y el paisaje, detenido en la ventanilla, espera el pincel de Zubiarre.
para reproducirse.
Está allí, tras la reja de blanca casita de calleja granadina, escu
chando de su amante cálidas palabras, definitivas e indecisas a la vez.
Un gato es abstracto en la sombra. De pronto, musical, armonioso,
razga el perfumado silencio con las tres notas clásicas de su violín
templado.
El le jura un amor ardiente, quemante... billa tiene una duda, una
duda honda que pone negro-humo sobre la carbonilla de sus ojazos.
Una brisa leve acaricia las cosas de la calleja, y lleva en un ondas
pensamientos ; pensamientos buenos y pensamientos malos. En una
maceta se besan dos claveles. Dos hierros son el marco de un beso.
billa canta, porque él se lo pide. Dice algo muy triste... bis la triste
historia de la granadina que dejó su amante. Lxj hace con una voz venida
de muy lejos... Su voz es el lamento de todos los muertos que fueron
felices en la tierra.
El gato melodioso, en un rincón se fuma sus pupilas.
La granadina de la canción muere poco a |xrco por el hombre que
la dió por muerta. La granadina de la ventana, pasa su diestra por entre
k>s barrotes y substituye el clavel por la navaja.
Hay otro beso de la brisa y hay otro beso en dos bocas.
Ua granadina de la canción pronuncia por última vez el nombre del
hombre que ella quiere.