CAPITULO XXVII
Otro tio .
1
OSEÍAN los marqueses. de X hotel propio
en San Sebastián, y en un pabellón del
mismo, situado en el jardín, tenía el ad-
> ministrador sus habitaciones particulares.
- Parecíase don Evaristo al cura en lo
de ser muy madrugador, así fué que pudo recibir al joven
en cuanto le anunciaron su visita.
Era hombre ya entrado en años, obeso, con patillas a la
inglesa, ojillos muy alegres y muy vivos y enel más vivo
y más alegre aún que sus ojos. | |
La nota distintiva de su carácter era la jovialidad; jo-
vialidad campechanota, franca, sencilla, sin peleas ni
ironías. de |
Era viudo, y para su bien no tenía a hijos; pero, como él
mismo solía decir, para su mal tenía una legión de sobri-
NOS, que, a su sombra, disfrutaban de los «Provecho: de la
productiva administración.