HISTORIA DE UN ALMA
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apuntar; uno se perdió. y el otro fué a dar e en el pecho a
Angel. ¡Fatalidad! | E: fA
—Esas cosas merecen un correctivo o, opinó. doña E
Í Concha.—Duelos así, son asesinatos.
| - —Ya hablan de la intervención de las autoridades. E
A — ¡Bien hecho! Eo sa ? E a |
—Como Polo es tan querido y tiene. tantas relaciones... 0
—Claro. Ae : 1
—No saldrá muy bien liotadó el riencia, |
—Pues eso no está bien, —protestó Luz.— La justicia
debe ser igual para todos. Si fuera el otro el herido,
nadie protestaría; pero como se trata de un joven que
figura... Lo que deberían hacer es prohibir en absoluto. los
duelos. Así es como únicamente se remediaría el mal; pero
| querer remediarlo cuando ya está hecho, es un absurdo,
y —No sabes lo que dices; probibir el duelo no es posible,
N | —¿Por qué? | : E
—Porque es el único medio que tenemos las personas
decentes para arreglar ciertas cuestiones. -
—No estamos conformes. ¡Vaya un arreglo! Pero no
quiero discutir y sólo te digo que, si consideráis el duelo
necesario, debéis conformaros con las consecuencias, las
sufra quien las sufra.
— ¡Con qué interés tomas este asuntol—dijo a su novia
Paco, que con su indiferencia característica no había in-
tervenido en la conversación ni se había impresionado -
poco ni mucho, a pesar de que Polo era amigo suyo.—
No parece sino que te importe Bo: ese provinciano, como
dice Pepe. | |
—No me importa' nada; pero no veo la an de que
ahora se exijan contra él todos los cargos cuando se ha
£€xpuesto lo mismo que el otro a morir, y cuando los que
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