Full text: Tomo primero (01)

EL ANGEL DE 
LA GUARDA 115. 
  
Cón y le entreguen el pliego cerrado en 
.CUyc sobre va escrito su nombre. . 
"Como, 'náturalménte, el doctor Taran- 
ón preguntará por mi persona, , puede ' 
Usted darle todos los detalles que concu- 
Iran en- mi última hora. >. 
Luego se trasladará usted al pueblo 
“de Pozuelo de Aravaca, situado en las 
Cercanías de Madrid. En la primera cá- 
A de este pueblo, junto a la carretera, ; 
a que está marcada con el número .1, 
Vive: una mujer llamada Magdalena Sán- 
Chez, y con ella una niña de poco más 
de dos años, llamada Margarita, Esa 
Diña es mi hija. 
Yo sé que la buena Magdalena, que le 
a servido de nodriza, derramará abun- 
dantes lágrimas cuando sepa mi muer- 
te. Entregarán ustedes a la pequeña Mar- 
garita la cadena y el medallón, hacién- 
dola comprender que debe guardarlo 
Siempre, porque constituye toda la he- 
Tencia que le legó su madre, 
Usted, mi buen Francisco, encontrará 
£n todo esto un misterio que yo no pue- 
do revelar. 
Como es lógico que: Magdalena, al sa- 
ber mi muerte, desee conocer quién es la 
Madre de Margarita, le dirá usted que 
YO no puedo revelarle ese secreto; pero 
Que espere confiada: y que obedezca sin 
Vacilar cuanto lle mande el doctor don 
Marcelino Tarancón: 
- Si nadie 'va a reclamar la niña, que 
Viva con ella y le dé siempre el. nombre 
“e madre, que'la enseñe a ser virtuosa 
Y modesta y a pedir a Dios que perdone 
las faltas de su padre. 
_ Ahora bien, querido Francisco: si las 
Circunstancias se agravaran de un mo- 
“0 fatal, si Magdalena dejara de existir, 
Si por alguna circunstancia que hoy no 
Púedo prever, la pobre Margarita se en- 
COntrase sola y' desamparada, yo espero 
Que usted y Micaela la recojan bajo su 
Protección, sirviéndole de padres. 
Comprendo que esta carga que echo 
Sobre los hombros de la amistad es muy 
Pesada; pero sé también que todos cuan- 
os beneficios hagan ustedes por mi. po-. 
JTe Margarita encontrarán algún día 
Su recom pensa, porque su verdadera ma- 
€, que la ama con locura, es inmeoga- 
ente rica, si bien huy las circunstan- 
Clas la Obligan a devorar en silencio sus 
Tgas lágrimas y a ahogar en el fon-. 
0 de sy corazón la voz de la natura- 
LE 
Nada más tengo que encargar a uste. 
D 
.nuestro hijo 
to un misterio... | 
des, porque sé que son buenos y honra- 
dos.: Ahora sólo me resta suplicarles que ' 
acepten como un recuerdo mío todo mi 
equipaje de campaña, conservando us- 
ted, Francisco, mi reloj, y su esposa Mi- 
caela' la sortija de brillantes que llevo 
en un dedo de la mano izquierda. 
“¡Quién “sabe ei esta sortija podrá al- 
gún día serles a ustedes útil! 
También encontrarán ustedes sujeto a 
mi cuerpo un cinto con algunas mone- 
das de oro, las cuales les servirán para 
sufragar los gastos del viaje cuando va- 
yan a Madrid a cumplir mi misión. 
Dios quiera, querido Redondo, que lle- 
gue usted a ocupar en la milicia el pues- 
to que le corresponde por su valor y su 
honradez, y que usted y Micaela sean 
tan felices como desgraciado ha sido su . 
compañero: de armas — Diego Alvarez.» 
La carta había terminado. 
Para Micaela y Redondo, el misterio 
quedaba sin descubrir. Su misión se re- 
ducía a cumplir ciegamente las órdenes 
del difunto capitán. ' 
—¿Y qué piensas hacer? -- preguntó - 
Micaela, 
—¡Toma! Cumplir al pie de la letra lo 
que nos encarga en la carta. 
—Pero eso convendría hacerlo cuant 
antes, ] , 
¡Ya lo creo! 
—¿Y si el regimiento está uno o dos: 
años de guarnición en Barcelona, o si 
de Barcelona me envían a Valencia 0) 
a otro punto distante de Madrid? : 
—Eso sería una desgracia para la po- 
bre niña que'tanto nos recomienda el ca- 
pitán Alvarez. y 
L-¿Sabes, querido Paco, que me gusta- 
ría mucho tener a mi lado a esa hermo-- 
E A 
—A mí también, Pero ya tenemos un 
O, Vi cc A 
—Yo 'la querría como una madre, y 
Miguel como a una her- 
mana... a 
—Pero eso es imposible, mientras no 
“suceda lo que el capitán nos indica en 
su carta. Se 
—Por supuesto. Pero hay en este asun-: 
Ltd 
—Del que yo no comprendo ni una sola: 
palabra. + Aral 
—Pues yo creo adivinar: algo—añadió, 
Micaela maliciosamente.. UA 
—¡Bah! Las mujeres «siempre: os: figu= 
_ráis saberlo todo, y no:sabéis nada, +: : 
 
	        
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