Full text: Tomo primero (01)

FOLLETIN. DE.T.. MERGANTIL VALENCIANO 
  
uu 
«—¿Sí? Pues sabemos mucho más que 
los hombres, puesto que los engañamos 
con frecuencia. 
—;¡Valientes perdidas son las que en- 
gañan a los hombres! 
—Pues hay muchas seforonas que no 
se ocupan de otra cosa. 
—¡Ya les diría yo con una puena vara 
de fresno! 
¡Bah! Tú siempre quieres arreglarlo 
todo como los cabos de escuadra, y sin 
embargo, aun no me has puesto la mano 
encimá desde el día que nos casamos. 
—¡Pegarte a ti, que eres la mujer más 
buena del mundo! ¡A ti, que eres la ma- 
dre de mi hijol 
«Pues mira, Paco: cuando lo merezca 
harás muuy bien en zurrarme la badana; 
. pero ya procuraré yo que no llegue ese 
día, Ahora volvamos a nuestro asunto. 
—¿A nuestro asunto? — preguntó Re- 
dondo, sin comprender lo que quería de- 
cirle Micaela. 3 
«Sí, hombre; al misterio que se ocul- 
ta en la carta del capitán Alvarez. 
—¡Ah, sí! ¿Y qué es lo que tú opinas? 
“Opino que como el capitán Alvarez 
era un buen mozo, muy simpático y ama. 
ble, debió ver algún día a alguna joven 
rica y bonita, y tendría con ella alguno 
de esos quebraderos de cabeza que tienen 
los hombres y las mujeres, de donde 
resultó con el tiempo lo que era muy na- 
tural que resultara: tener una hija, 
Puede ser, Micaela, puede ser; por- 
que eso ya se sabe que sen cosas que 
suceden con frecuencia a los hombres y 
a las mujeres — contestó el alférez con 
socarronería y chupando su rebelde ci- 
garro. 
«Dice el capitán Alvarez en su carta 
— añadió Micaela — que Margarita es. 
su hija, y que cuenta próximamente dos. 
años de edad. Si esta; niña fuera hija de | 
legítimo matrimonio, el capitán nos hu-. 
biera dicho: «Id a ver a su madre y de- 
cidla que he muerto. 
—¡Es claro! 
«ln efecto, 
—Por lo tanto, debemos suponer que. 
esa niña es, como se-dice en el lenguaje 
vulgar, de contrabando, y que en este. 
misterio tóma parte un médico, como lo 
toma siempre en todos los asuntos de 
esta naturaleza. 
El alférez Redondo fijó con cierto asome 
- bro una mirada en su mujer, 
Las palabras que acsbaba de propun» 
/ 
ed marido, 
«Y ya sabes que nada de eso nos dice, 
ciar Micaela habían derramado mucha 
luz en su cerebro, 
—¿Sabes—dijo-=-que tienes más talen- 
to del que yo creía, Micaela? 
“Déjame continuar, 
Habla, que te escucho con orgullo, 
«¿Aquí tenemos un paquete abultado, 
que indudablemente serán cartas, y que 
debemos entregar éin leer a un médico 
que se llama don Marcelino Tarancón, 
»——Efectivamente. 
“Y este médico sabe quién es, o por 
mejor decir, conóce a la madre de Mar- 
garita. 
—Es lo probable. Pero, ¿qué es lo que 
quieres decir de tódo eso? 
Voy a explicarme, El capitán Alva- 
rez nós recomienda eficazmente a su. 
hijá; pero nos encarga al mismo tiempo 
uña grán prudencia en este asunto. Yo 
sospechó que én este paquete el capitán 
le escribe al médico algo para que hable 
a la madre de la niña y aseguren su 
porvenir, : 
«Todó podría ser, 
—¡Ah, querido Paco! Me dice el cora» 
zón: que voy y0 por el camino recto. Pero 
si esa madre, que, según la carta del ca- 
pitán Alvaréz, llora en secreto por una 
hija que no puede estrechar entre sus 
brazos, ahogando en su pecho la voz de 
la naturaleza, la sacrifica a su orgullo, 
a su vanidad, a su alta jerarquía, ¡ohl, 
entonces, nosotros seremos los protec- 
tores de esa niña desvalida; nos conver- 
tiremós en sus padres adoptivos, y tal 
vez descubramos quién es la madre des- 
naturalizada. : e 
Y si ese caso llega, cuando lo déscu- 
bramMoR. o ; 00d) 
—Descuida, querido Paco; corre de mi 
cuenta el que se haga justicia. 
«Veo que eres una mujer que no tiene 
precio, Ahora, mi querida Micaela, ten 
go más ganas que nunca de llegar a ge 
neral, porque tú habías de honrar con 
tu talento y tus virtudes la fája de tu 
- «Pues mira, querido Paco: aunque tú 
dices todas esas cosas en broma, otras 
más imposibles se han realizado en el 
ejército español; y en un día de parada 
podría yo señalarte muchos jefes qu 
han oído silbar menos balas que tú, Y 
son muchó menos digrios que tú por to* 
dos conceptos de lucir los entorchados. 
«¡Bah! Todas las mujeres creéis qué 
vuestros maridos se hallan postergados. 
_m-Desengáñate, Paco; en nuestro país 
 
	        
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