FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
de Margarita, traté de consolarle dicién-
dole que yo me iría con él a la quinta de
Carabanchel, que yo sería su lectora, su
pianista, su apoyo, su compañera, y que
a fuerza de cariño y de desvelos le haría
olvidar a la ingrata que, sin duda can-
sada de la soledad del campo, le ha aban-
Conado,
—Y el marqués aceptaría “tan noble
oferta.
: —No, padre mío, no—repuso Emilia.
—¡Cómo!
—Me ha rechazado, no me quiere a su
lado. ¡Dime si tengo razón para decir
que no me quiere!
Y Emilia rompió a llorar,
'El conde de San Marino se quedó pen-
sativo, y aia de Una corta ias E
dijo:
—Si etectivamento es cierto lo que aca-
bas de decirme, no comprendo la prefe-
rencia que el marqués da a Margarita.
;—¡Cómo, padre mío! ¿Me crees capa /
de engañarte?
-:—No, hija mía, no; pero. te aconsejo que
seas tolerante con las chocheces de la
vejez. Enjuga . ojos y no pienses más :
-en.€80. »
verás como el abuelo encuentra a Mar-
garita, la suplica con lágrimas en los
ojos que vuelva a Carabanchel, y enton-
ces te aseguro que yo no iré a. verle, por-
- que no quiero que dé a ella una prel0nAn»
cia que me corresponde a mí.
bían preocupado,
—Será inútil. Morga, será siempre, E
si vuelve a la quinta, la dueña log 29
razón de mi abuelo.
justo,
-—Y él no querrá, escucharte.
pain
¡Ah! ¡Tú eres iesá
- garita volverá «
ves E con sus
, pe de. trist eza. que e
dao Hrs ce
; ¿E
Pere ti
cal su rizo
—Yo le: haré comprender q que eso no os E
—Pero no; no te hablaré de ese asun*
to; sé que te disgusta, y no quiero que.
te entristezcas.
—No, no; hablemos, Emilia, hablemos.
¿Qué es lo que tienes que decirme?
—Pues bien: yo no debo tener secret:
para mi padre, Tú no ignoras que An-
_drés de Olmedo comenzó a principios del
verano a mostrarme algunas deferenciasS
- que iba a vernos, como vecino, todas Ja$
tardes a la quinta y que a ti no te d
gustaba que hubiese fijado en mí lo
ojos,
—SÍ, etciaiá: su padre, que es
mi banquero y persona a quien estimo
mucho, me ha dicho más de una vez que
tú y su hijo no haríais mala pareja.
.—Pues bien: Margarita, con su coqu
tería y con sus miradas provocativas h
logrado que Andrés fije en ella los ojos
y se muestre esquivo conmigo; hasta tal:
punto, que hoy si viene a casa es 6ól
por cumplir con los deberes del hombr
. de sociedad, y cuardo se acerca al pia
no a saludarme, as Rena de cosas in:
diferentes,
_—¿Sabes que. es muy grave lo que m
dices?
—¡Ah! Eso se dice ad pero o 4 E
—Pues aun es más. grave lo que e
murmura.
—¿Y qué se murmura?
—Que Andrés de Olmedo ¿nde algu
nas noches escalar las tapias del jard
ae la quinta de Carabanchel cola habla
con Margarita,
-—Yo veré al marqués —respondió elcon=
de, a quien las palabras de su hija ha- E
—¡Eso no es posible! VE
E o no lo afirmo, pero se dice.
-—¿Y quién lo dice? se
, E ad gente. Calcula si puéde hace
S eras que mi abuelo defienda a Mar E
gar :
ta y la prefiera a o AO
—Yo pondré el debido correctivo a to-
do eso, te lo juro. / ;
di —Pero sin es te cueste el menor dis
ce gusto.
a ¿Y has reñido con Andrés?
Sí, pero como rifien los novios, de-
e jando un camino. o. para hacer las
paces,
E ¿Te gustaría « ser la esposa. de ese La
o ven?; , ;
NO tengo pri: por casarme.
- —Si; eres aun muy joven.
Sin embargo, me ha is que mí
Olvide por Margarita, que en mal hora
- entró en mi casa pera robarme el cari
ño de mi abuelo, y tal vez el de al me
dre.
3 mier