EL ANGEL DE
LA GUARDA 253
inseparable compañera, ser su amiga,
apoyo, su lectora; en una palabra,
cer todo aquello que hacía Margar'ia,
sin lo cual, según confesaba tu padre,
19 podía existir. ic
El conde hizo una pausa y luego vol-
Ó a decir;
—¿Y sabes lo que ha contestado tu pa-
3? Pues ha rechazado el ofrecimiento
' Emilia, diciendo que él necesitaba a
argarita.
Luisa no pudo contener las lágrimas
Jr más tiempo, y se cubrió el rostro con .
Manos, ;
¿Lloras? Es natural que tus ojos se
en de lágrimas como se llenaron los
tu hija.
| conde, dando a su voz una entona-
grave, continuó: A
Esta conducta es inexplicable. Recha-
r así a su nieta, decir que le es im-
sible la existencia sin Margarita, es
s grave de lo que parece, porque to-
el mundo tendrá el derecho de co-
arlo a su manera, y nosotros no
lremos quejarnos si la maledicencia, |
, calumnia se ceba en la honra de esa
chacha. E a
Margarita es honrada; los que Ta co ; ; d
ARTO Ea que 22 “rostro conmovido y las lágrimas en los
no queriendo
iánien serán unos infames—exclamó
a madre sin poderse contener. |
-No diré yo lo contrario, Luisa; pero'
3 preciso que comprendas que la ter-
ledad de tu padre pone en gran riesgo
hra de cea Jove o dE
) acierto por qué.
—Voy. a explicártelo, ya que veo con
sto que participas algo de los incon-
uanlos
es una mujer hermosa, P ro Y
una de esas hermosuras vulgares que
- Ojos, y que
- mod
decir, la sociedad, no comprende el des-
interés, ni admite que un hombre sea el
protector de una mujer joven sim olro
estímulo que el de obedecer a la voz de
la caridad.
—Pues bien: si esa sociedad calumnia
a. Margarita es una, sociedad infame.
—Yo te ruego que no me interrumpas.,
—Es que yo no puedo oír con calma
que se dude de la virtud de una mucha-
cha honrada.
—Veo que te tomas harto interés por
Margarita, y eso me prueba la belleza
de tus sentimientos; pero todo el mundo
no puede apreciar como tú hasta dónde
Mega la pureza de esa joven, Saben que
es hija de una pobre criada de. casa; la
ven vestir con cierto lujo, debido más a
la elegancia con que lleva sus trajes que
a la riqueza de ellos; la han oído tocar
el piano y cantar con gusto y una per-
tección envidiables; observan que el mar-
qués de.Malfi se apoya con cariñosa com
placencia en el brazo de Margarita, que
apenas se separa de su lado, que no ocul-
ta a nadie el inmenso cariño que la tie-
ne; y hoy, cuando se sepa que Margari-
ta ha abandonado la quinta, que el mar.
qués la busca por todas partes con .el
ue al encontrarla,
ella volver al tranquilo. retiro del anciano
éste deja sús comodidades, sus costum=
bres y se instala en la modesta vivienda.
de la que fué su protegida, no lo dudes,
Luisa, nuestros amigos tencrán sobrado
motivo al saber esta historia para s0n-
reirse maliciosamente y juzgar de un
_poco ventajoso a Margarita,
síl Dices bien, Alejandro,
muró Luisa. Pa
dices A
Y si después de todo esto se sabe que -
stra hija ha ofrecido a su abuelo el.
ós de Malfi viv
ir con él en su reti- ME
su compañera inse-.
>: de eu male