Full text: Tomo primero (01)

  
   
   
  
     
70 FOLLETIN DE FT” MERCANTIL VALENCIANO 
   
  
  
  
nocemos, va usted ahora a poner en du- 
da mi buena amistad?-—-dijo el'médico 
sonriendo. 
-—Eso consiste en que para conocer a 
los hombres se necesita mucho más 
- tiempo del que la Naturaleza nos conce- 
de de vida. 
-—No comprendo..: 
—Procuraré explicarme. Usted es el 
amigo, el confindente de mi hija, y ella, 
que tiene secretós para su padre, no los 
tiene para usted, que sabe la horrible 
desgracia que nos sucede. Yo necesito 
correr un velo sobre el: pasado, salvar 
mi honra de la vergúenza, y mi fortuna 
de la ruina. Quiero, por consiguiente, 
que usted, que' nada ignora, me diga 
dónde está. la hija de Luisa. 
—Precisamente, señor marqués, no lo 
he sabido nunca. 
—Eso no es posible, Luisa no tiene se, 
cretos para usted. 
—Pues está usted en un error, señor 
don Pablo; yo ignoro absolutamente a' 
qué punto de la “tierra se llevó el capitán 
Alvarez a su 'hija la noche que vino al 
mundo. hs i 
—¡Está visto que todo el mundo se ha ' 
propuesto desesperarme! — exclamó el 
marqués apretando lós puños—. Todos 
en esta casa han abusado de mi toleran- 
cia, y usted el primero, doctor. Yo ten- 
go derecho para exigir a usted terribles 
satisfacciones por su conducta, y sin em- 
bargo, aun le permito traspasar los din- 
teles de mi puerta. Está bien: sé lo que 
he de hiácer.' Yo encontraré a esa niña, 
cuya existencia es para mí una deshon- 
ra perenne. Será en vano que me lo 
cculten, Y usted, como médico, visitará 
tán sólo" dos veces al día a mi hija, 
mientras continúe enferma, pues 'todo”' 
ha concluído entre nosotrcs. 
—Yo siento que el señor marqués me 
reprenda tan duramente porque cumplo 
con mi deber; pues si la honra de, un, 
voble estriba en los cuarteles de su es- 
cudo, en lo antiguo de su raza y, en lo 
glorioso de sus abolengos, la honra de, 
un médico consiste en no faltar nunca 
al sagrado sacerdocio de la medicina. 
—¡Palabras, y solo palabras! 
—¡Oh! No, no, señor marqués, no son 
palabras, No hay en mi vida un solo 
acto del que me avergilence. Creo haber 
cumplido con mi deber y con la amistad 
en esta casa; creo que he correspondido 
siempre al cariño y las simpatías .que 
sus nobles dueños me han demostrado. 
conseguiría de aquel hombre, le indicó 
Pero si usted ha resuelto que yo sólo sea 
el «médico y no-el' amigo, acataré con 
respeto esa resolución, sin: miedo de que 
ni un solo instante se turbe la paz de 
mi sueño por mi conducta. 
El. marqués, que había interrumpido 
sus paseos, los emprendió de nuevo, co- 
mo si no tuviera palabras con que con- 
testar a las razones del doctor. 
Durante algunos segundos no se inte- 
rrumpió el silencio por ninguno de los 
dos interlocutores. 
Por fin el médico dijo: 
—Si el señor marqués no tiene nada 
más que mandarme, iré a ver cómo.se 
encuentra la señorita Luisa. 
—Puede usted verla; pero repito que 
nuestra amistad ha concluído, que na- 
da hay de común entre los dos, y que 
las visitas que usted haga a mi hija no 
hán de tener más duración que la .pre- 
cisa para enterarse del“estado de su sa- 
lud y recetar. 
«—Será usted .obedecido, por más que 
me aflige el rigor que emplea usted con- 
migo. 
—Por lo demás, ya sabe usted que he-' 
mos «convenido que la enfermedad de 
Luisa es la demencia. 
"—Así lo. haré, aunque violentando un 
poco mi conciencia médica. Jamás he 
pensado en el interés: el brillo del oro, 
afortunadamente, no ha deslumbrado 
nunca mis ojos. Acostumbrado desde ni- 
ño-'a vivir en la modestia, estoy conna- 
turalizado con las privaciones y la po- 
breza. 
“El marqués, convencido de que nada 
con la mano la puerta. 
El doctor salió, dirigiéndose con. su 
peculiar' gravedad al gabinete de Luisa. 
Cuando 'entró, vió allí una mujer des» 
conocida para él. : 
Esta le dijo. que estaba encargada por 
el señor marqués de asistir a la señorita 
Luisa. e CA AS 
“El doctor preguntó por miss' Boston, 
y entonces supo que. el marqués había 
despedido a las doncellas y al aya, de 
Luisa: El 
Movió la cabeza con cierto disgusto, 
diciéndose al mismo tiempo: 
—El orgullo le hará: cometer muchas 
necedades. Los hombres son incorregi- 
bles. ) ce pa: 
Cuando el doctor entró en la alcoba 
de Luisa, ésta'le quiso daría entender, 
con una mirada, que tuviera mucha pru: 
 
	        
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