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LULA NN ALAN SS +
LIBRO I1V
a
EL SA
RIFICIO
A kk
CAPITULO PRIMERO
EN POZUELO DE ARAVACA
- Desde el momento en que marzo espira
y abril nace; en el instante en que bro-
tan las tempranas brisas de la prima-
vera, la Naturaleza adorna los campos
con todas sus galas, convidando a los
fatigados moradores de las grandes ciu-
dades a gozar del perfume de las flores.
- Parece imposible que existan hombres |
enemigos de la vida del campo, tan hi-
viénica, tan tranquila y tab grata para
l alma como saludable para el cuerpo.
Así, pues, lector querido, puesto que el
mes de marzo ha comenzado, sígueme al
lejos, pues 103.
etendremos en un modesto pueblo in-
mediato a Madrid, rodeado por todas
ampo; no iremos muy
artes de perfume y poesía.
- ¿Qué más puede exigírsele a un pueblo 1h
inmediato a la capital sino que tenga Un *
—Bionte Cercano que le dé perfume, y
ndantes fuentes de fresca. agua que
den vida?
Esto es lo que posee Pozuelo de Ara-
vaca, donde vamos a detenernos en una
las primeras casas, modesta vivienda A
, un solo piso con su microscópico jar-
Pero dejem
Atada al tronco de un árhol puede ver-
se una gallina, a la que roúean una do-
cena de pollos cuyas pequeñas alas Co-
mienzan a cubrirse de pluma; pollos qué
cuentan quince días de existencia, y que
viven alegres y felices, ignorando el
aciago porvenir que les aguarda. a
Verdaderamente el hombre es el ani.
mal más infame de la creación, ¡Con qué
complacencia, con qué gozo cría,
cuida
.
y engorda a los animales que reserva
para sacrificarlos en el inhumano festín
de su glotonería! Mas como en este MUN«
do el destino de todo ser que nace Se re-
duce a comer o ser comido, nadie tiene
remordimiento cuando tritura al más dé- e
pil con sus mandíbulas, satisfaciendo las
: exigente estómago.
o dejemos estas reflexiones, que
arían por hacer llorar a las almas
les, y fijemos nuestras miradas: a.
esta casita de Pozuelo de Aravaca.
a de flotante tienda a la clueca ;
al que dan sombra una dotena de
árboles y aromas algunos rosales de Vis i
llaviciosa.
lante de la puerta se ven ocho ga- ft
llinas, cuyas coloradas crestas indican la qu
salud de sus cuerpos, y un arrogante ga- +
que, orgulloso de sí mismo, canta sin
ar, siendo el guardián celoso de sus
cho odaliscas.
sombra del árbol inmediato al