MW
l
1
PP. ”
A
nr
DI in
43
AAA
E
co
ro
.. CATACUMBAS
—El Señor se ha compadecido, sin duda, de nuestros infortu-
nios, y ha querido premiar nuestra constancia. SÉ, Teresa. ¿Te
acuerdas de aquella noche fatal, en que todo estaba dispuesto para
que te escapases del monasterio de Val- de- Grace, y solo esperabas
la vuelta del portero para irá reuniste con tu padre, apareciéndose
en cambio el infame raptor á quien he dado su merecido? ¡Oh!
¡quién me habia de decir aquella misma noche, cuando andaba
errante en tu busca por aquellos becas áneos, que habia de llegar
este dia tan feliz! er : |
- —Por favor, no ta aigas á la memoria sucesos tan horribles, que-
rido Felipe; —repuso Teresa, poniendo su linda y pequeña mano
sobre los lábios de su esposo. — Aquellos terribles recuerdos podrian
turbar la dicha que esperimento en esle instante. a
-—Dices bien , hermosa mia ; hablemos solo de nuestra felicidad,
de nuestro amor. Yo te lo juro eterno y constante como el que 1 to he
profesado desde que te conocí. ]
— ¡0h! ¡Felipe ! —esclamó la jóven trasportada de alegría, y
dejando caer su blanca frente sobre el hombro de su esposo. —Aho-
ra ya me es: lícito demostrarte todo mi cariño sin temor de aver-
gonzarme. La iglesia nos ha unido con indisolubles lazos, y tú me
juras eterno amor; ya estoy tranquila respecto de mi porvenir.
— ¿Oigan? ¿la egoistilla? Eso es... ya te encuentras: tú satis-
fecha... ¿y yo, podré estarlo con las seguridades que me das?
—¡ Qué. mas quieres, idolatrado Felipe! ¿Prefieres las palabras
á las obras? Si es así, te juraré eterno amor; pero un amor cuya in-
tensidad no alcanzo, Cuyo. límite no concibo. |
Al mismo tiempo que se espresaba así, la jóven aparentó querer-
se levantar del hombro de Felipe, quien dejindosollevar de la pasion,
estrechó á Teresa contra su pecho, y esclamó: asia |
V + 4Nos hermosa mia! ¡No, mi bien! Esta prueba es la mayor