20 : LAS. CAPACUMBAS
paternales consejos de su padre: Otras veces se dirigia:Lubin hácia
su esposa como para exigirla juramento de alguna promesa impor-
tante. Mas, ¡cosa estraña! ni una lágrima , ni un suspiro revelaban
esos tristes dolores, que en semejantes cireunstancias conmueven
hasta los corazones mas empedernidos. Esta conferencia ,— continuó
Felipe despues de un momento de silencio ,—parecia tocará su lér-
mino. Á pesar de las cadenas que sujetaban á Lubin, sacó de entre
sus vestidos un objeto que no alcanzamos á ver bien, y lo entregó
-á su hijo, quien lo ocultó en un abrir y cerrar de ojos. Sin em-
bargo, el objeto en cuestion, sino me engañó mi vista, no era otra
cosa que un papel mugriento, que debia ser algun documento in-
teresante. De esta observacion, hecha por mi solo, no ercí: opor-
tuno dar cuenta al carcelero. Concluida la entrevista, levantóse
de su asiento la familia del reo, el cual antes de que salieran,
llamó á su hijo, y señalándome con el dedo, le habló en estos tér-
minos: «Oye, hijo mio; ese que ves ahí, es uno de esos abogados
que se encargan de defender á los delincuentes pobres. Ha. hecho
todo cuanto ha estado de su parte por salvar mi vida, y ademas me
ha sostenido durante el tiempo que llevo en la. cárcel, consolando
mis penas. Espero, hijo querido, que no olvidarás nunca todos esos
beneficios.» El jóven formuló una frase que no pude oir, y fijó en
mí su audaz mirada, que brilló en la oscuridad Cual la pupila de la
hiena. Sin duda alguna,— dijo Felipe dirigiéndose á las dos seño-
ras, —que os estareis burlando de la singular proteccion que me ha
otorgado el reo, quien dentro de un instante debe morir en la
horca, despues de haber sufrido en el potro los. mas horribles tor-
mentos; pero á pesar de todo os confieso que aquella escena:me
causó una impresion. triste y profunda. «Despues de dirigir al preso
algunas palabras de consuelo, salí de la lóbrega estancia. Al subir el
primer tramo de la escalera, ví aun á la esposa de Lubin y á su
o
dio
;