$18 , LAS CATACUMBAS
Yo os prometo sacaros de ellos, pues el abate Lacroix que es
íntimo amigo mio podrá daros otra ocupacion: Os En fin, —repuso
Felipe, — ¿quereis cumplir ese juramento, si 6 no?
-—St, le cumpliré, —esclamó Salomon “Hartmann exhalando al
mismo tiempo un doloroso suspiro. — Ahora nos defenderemos. si
llega el caso para no estar espuestos á sus venganzas el: dia de ma-
ñana. Vamos, señores, y ya que lo quereis, ateneos en adelante á las
consecuencias. Así, pues, voy á conducir os á' una fuente donde está
con bastante frecuencia.
—Sií, sí, conducidnos á esa fuente , — dijo el abate levantán-
dose de:su asiento.
—No, tú no, Chavigny; repuso Lussan ; — es preciso que )
aguardes en este sitio nuestro regreso. Si acaso tardásemos dema-
siado, ó si por desgracia nos sucedieso alguna cosa, puedes subir al.
convento de Val-de- Grace á implorar- el auxilio de las religiosas.
— ¡Bah !-—dijo el-abate encogiéndose de. hombros ,— son de-
masiado viejas y estremadamente feas. Prefiero las canteras.
Y sin escuchar á sus compañeros se dispuso para seguirlos.
Desde aquel instante continuaron aquella penosa , incierta y de-
sesperada marcha, comenzada hacia mas de seis horas.
En aquel momento empezaba sin duda á amanecer en París.
Oíanse en las calles mil ruidos diversos.
Los obreros empezaban sus trabajos entonando alegres cancio;
nes, y en fin, todo era agitación y movimiento en aquel inmenso
hormiguero humano.
En las. profundidades de aquella ciudad inmensa reinaba por el
contrario un silencio de muerte, profundas tinieblas, y Siempre
- aquellas galerías estrechas y húmedas que se perdian de vista, así
somo los vastos talleres sostenidos por inmensos pilares amenazando
ruina, y las sombrías y misteriosas cuevas.
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